Informaciones Psiquiátricas - Primer trimestre 2003. Número 171

Mi pie y yo: Ideas para unos talleres de enfermos mentales

Pedro J. Lavado
Profesor y doctor en Historia del Arte.
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Madrid.

Recepción: 06-11-02 / Aceptación: 15-11-02

INTRODUCCIÓN

  • Un recuerdo a Yves Montand y a otros pies coloquiales.
  • ¿Es lógico o cuerdo hablar con tu propio pie?
  • Algunos pies por asociación: el izquierdo, el patizambo...

Arte y locura

Del tópico a los hechos:

  • Cranach, el esquizoide.
  • Bouts, el depresivo.
  • Dalí, el paranoico alegre del Ampurdán.
  • Suicidas: Borromini, Van Gogh...
  • Con problemas: Crivelli, Cézanne, Gaugin...
  • Los problemas de la personalidad: Leonardo, Miguel Ángel y la lectura de Freud.

Del arte y los artistas «locos»

  • El Surrealismo y sus lecturas.
  • El método paranoico-crítico.
  • El arte ingenuo o infantil.
  • El arte primitivo.
  • El arte espiritual.
  • El arte de los enfermos mentales.
  • Max Ernst.
  • Dalí.
  • Rousseau y los naifs.
  • Dubuffet.
  • Klee.
  • Prinzhorn.

Surrealismo

  • Max Ernst.
  • Símbolos.
  • Habitación.
  • Sombrero.
  • Regresión.
  • Imágenes contradictorias.

Otros surrealistas

  • Magritte.
  • Duchamp.
  • Su proyección de lo que ven.

Dalí y su método paranoico-crítico

  • Sexo.
  • Traumas y frustraciones.
  • Muletas, tiempo, símbolos.

Los Naifs

  • Ingenuidad y arte infantil.
  • Errores y recursos.
  • La mirada sobre la naturaleza y el entorno sorprendente.

El arte bruto

  • Acerca de Dubuffet y del arte primitivo.
  • La transgresión y los instintos.

Lo espiritual en el arte

  • Idealización y visión.
  • El arte hace visible.
  • Capacidad de ver.
  • Expresión esencial y visión directa.

El arte de los enfermos mentales

  • La colección Prinzhorn.
  • Distorsiones del cuerpo y del espacio.
  • La crisis del orden simbólico.

Los locos como artistas

  • Los límites: conocimientos, destrezas y obsesiones.
  • Los paranoicos y su focalización. Las ideas delirantes.
  • Los esquizofrénicos y su confusión entre realidad y ficción.

Obsesiones e imágenes sexuales
Propuestas para un taller de plástica

  • Reconocer.
  • Descubrir.
  • Disfrutar.
  • La manipulación del color, las texturas y el volumen.
  • Espacio y volumen como entorno.

Talleres de plástica

  • Situación en el proceso evolutivo: del garabato a la línea.
  • Su valoración.
  • Acercamiento a superficies: sombra y color.
  • El taller del bodegón: análisis, formas, focalización y tensión.

Del autorretrato al retrato

  • El yo y el tú.
  • Diálogos en el espejo.
  • Los demás.
  • La máscara.

Otros temas

  • Temas familiares, acontecimientos y fiestas.
  • El paisaje, desde la serenidad a la intensidad.
  • Luz, color, contraste.

Los talleres de expresión dramática

  • La experiencia de Marat-Sade de Peter Weiss.
  • Los sonidos y la danza.
  • En busca de la creatividad.
  • Las imágenes a través de los medios fríos.
  • Los trastornos mentales severos en el cine.

Una reflexión en torno a los autistas

  • La televisión frente al propio pensamiento y fantasía.
  • Otros caminos de comunicación.
  • Islas.

Objetivos de los talleres

  • ¿Qué pretendemos y podemos hacer?
  • El lento proceso de la creación.
  • Un arte sin interpretación y sin búsquedas interiores.
  • La satisfacción por la obra bien hecha.
  • Ni todos los artistas están locos, ni todas las personas TMS son artistas.

Propuestas en los talleres

  • A la búsqueda de un código.
  • Plástica y expresión literaria: el diario y el cuento.
  • Nuestros monstruos y terrores favoritos.
  • Imágenes y arquetipos.

Los talleres en el Museo

  • La experiencia del gran pie.
  • Descubrimiento de la arqueología.
  • ¿Qué hacer con los objetos bellos del museo?

«A veces, lo que la mente y las palabras no saben explicar, unas líneas, unos garabatos o simplemente unas manchas de color, son capaces de comunicar y del mismo modo que los gestos, los gritos o los sonidos, pueden lograr el milagro de la comunicación entre los seres humanos».

Recuerdo con agrado una canción de Yves Montand que me ha servido a la hora de escribir esta ponencia y realizar la presentación en Power Point que la acompañó en su día. El singular diálogo del cantautor y su pie. Porque, qué duda cabe que hacemos tantas cosas con nuestros pies que incluso nuestro lenguaje está plagado de expresiones relativas a ellos y que por ello no sería ningún despropósito hablar de nuestro pie o conversar con él. Ciertamente alguno puede poner en tela de juicio nuestra cordura por tales asertos, pero posiblemente olvida lo graciosos que éramos cuando de niños nos chupábamos el dedo gordo del pié y sin más malabarismos, sólo con la flexibilidad de nuestros huesos, entonces sin calcificar, hacíamos las delicias de nuestra familia y de cualquier circo imaginable.

Por ello, permítaseme abordar esta reflexión e ideas con motivo de unos talleres para enfermos mentales y lo que en este congreso se define como personas con trastornos mentales severos (TMS). Quizás lo fundamental y a lo que quiero llegar en el curso de esta ponencia es a descubrir la necesidad y beneficio de unos talleres de plástica o de dinámica para estos enfermos sobre la base de una experiencia que realizó hace algunos años un museo deseando integrar a sus visitantes discapacitados mentales en una visita práctica y creativa de sus colecciones artística y arqueológicas y que luego fuera publicado como un libro que tomó su título de una de las obras expuestas en el Museo Británico, un enorme pié de mármol: «The Big Foot».

Vuelvo a mi reflexión acerca de lo que nuestros pies me traen como asociación de ideas. Tan sólo estoy dejando suelta mi imaginación y a ella viene algunas imágenes artísticas o cinematográficas como el patizambo del Louvre de Ribera o Mi pie izquierdo (My left foot). Una vinculada con un tipo de personaje que hizo las delicias de algunas cortes europeas y que tanto en los lienzos del mencionado Ribera, como en los del propio Velázquez nos suministró una nutrida corte de los milagros, de la misma forma que en el cine nos desveló la problemática autista.

Pies de niños o de adultos, de enfermos o de sanos, la realidad nos muestra la gran cantidad de veces que hemos mezclado el tópico con los hechos reales, dentro del proceso artístico. Porque muy a menudo hemos contemplado en paralelo ambos fenómenos de arte y locura. Posiblemente porque algunos artistas, con su obra y acciones cotidianas se han ganado tales calificaciones, caso de Cranach, el esquizoide, de Bouts, el depresivo, de Dalí, el paranoico alegre del Ampurdán, como le gustaba definirse, o de los suicidas como Borromini y Van Gogh, a todos los artistas en los que adivinamos problemas personales y trastornos más o menos severos a partir de su pintura y manifestaciones creativas, caso de Crivelli, Cézanne, Gaugin, Schiele... De la misma forma que algunos estudios psicológicos como los de Freud sobre Leonardo y Miguel Ángel están en la base de una lectura nueva de sus obras y de la repercusión de su psiquismo, tanto en su vida personal, como en su creación artística.

Mas éstos no son más que algunos contados y restringidos ejemplos de lo que una más amplia lectura sobre el arte y los «artistas locos» nos podría permitir. Porque del mismo modo que algunos métodos artísticos del arte contemporáneo nos dejan clara muestra de lo que puede ofrecer una mente libre y sin cortapisas, sea a través del automatismo, los cadáveres exquisitos y el método paranoico crítico de los surrealistas y donde Breton, Max Ernst y el mencionado Dalí campan a sus anchas, no sólo como creadores, sino como profetas de una manifestación artística nueva creativa.

O del mismo modo que los objetos en manos de los dadaístas se cargan de otras lecturas y arrastran un nuevo mensaje, el arte ingenuo o infantil de los naifs en manos de Rousseau y sucesores nos hace volver a encontrar la ingenuidad de un Paraíso perdido o la perversidad de un mundo reconcentrado y más complejo de lo que parecía a primera vista.

Otro tanto sucedía con el arte primitivo o el arte «brut» del que se sirvió Dubuffet para sus creaciones tan cercanas a la estética primigenia. O en el otro extremo de ese movimiento pendular que parece acontecer con el lenguaje artístico, Klee ofrecía una lectura idealizada y espiritual de los más simples y pedestres motivos, casi a mitad de camino de ser signos o símbolos gráficos.

Quizás el que de manera más rotunda nos puso ante la problemática del arte de los enfermos mentales fue Prinzhorn, en cuya colección recogida en Heidelberg en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, luego calificada como «arte degenerado» por los nazis, dio lugar a una reflexión y catalogación de este arte.

Es evidente que el surrealismo en sus inicios, aparte de dejar en manos de un automatismo la validez de la creación artística y de esta manera dar origen a una escritura y arte automáticos y posteriormente sus cadáveres exquisitos como creación de un grupo de artistas de manera semi-inconsciente, también supo desarrollar a partir de nuevas técnicas plásticas y símbolos un lenguaje en el que algunos objetos se cargaban de valoraciones emotivas o erótico-sexuales. Incluso ofrecían al espectador algunas imágenes de estadios primitivos e infantiles que podía arrastrarnos hacia una regresión o simplemente quedar en imágenes contradictorias, tales como las que en aquel momento la publicidad, el entorno o simplemente una manipulación sobre la base de un método que se servía de ese mundo surreal, en el que la fantasía o una creatividad desbordante dominaban.

Frente a este surrealismo de Max Ernst, tanto Magritte, como Duchamp nos mostraron otra realidad por encima de lo imaginado. Una realidad plástica en la que se manifestaban algunos recuerdos del pasado y en la que los objetos se despojaban del corsé que le imponían en algunos casos el lenguaje oral y otras formas de comunicación. Pipas que no eran pipas, sino simplemente imágenes que nada tenía que ver con la palabra o el código escrito. Urinarios o planchas que habían perdido su valor de uso prístino y ahora se habían convertido en un objeto artístico que en la mente del artista o en su manifestación plástica se cargaba de otras connotaciones inimaginables.

Pero si algo aún podía transformar el mundo surrealista era trasladarle al submundo de nuestros traumas y frustraciones. Algo que Dalí abordó a través de su método paranoico-crítico y donde todo nos hablaba de aquellas etapas perversas infantiles que tan sólo algunos psiquiatras como Freud se atrevían a desvelar, sobre la base del psicoanálisis. Las imágenes que aparecían en la pintura daliniana eran una clara evocación de ese mundo de sueños y de un duermevela cargado de símbolos: muletas, relojes blandos, símbolos sexuales y todo cuanto incluso tememos mentar con palabras.

El mismo universo salvaje, poblado de fieras y de incertidumbre que latía en las obras de Rousseau, dio paso aun sistema artístico que mezclaba lo ingenuo e infantil con un mundo en el que los errores plásticos y los recursos desarrollados se entremezclaban de forma tranquila y sin sobresaltos. La mirada sobre la naturaleza que todo el arte contempló a lo largo de siglos con un cierto temor por su complejidad plástica y temporal, por su validez como símbolo y su manifestación de lo meteórico, ahora se ofrecía de forma desenfadada y en un entorno sorprendente que lejos de asustar, cautivaba y nos retrotraía a momentos tranquilos del pasado.

Posiblemente, el concepto con que Dubuffet calificó al arte de los primitivos como «arte bruto» era una apreciación de antropología casera occidental, pero en la que el reconocimiento hacia lo que desarrollaban otras culturas de forma plástica tenía ahora una validez. Es evidente que la falta de lógica existente en el primitivo y que define sus manifestaciones artísticas, que hoy tanto nos atraen por su pureza viene determinada por un aspecto de trasgresión y por sus propios instintos. Existe un tesoro de formas que hasta hace algunos años y con mente racionalista calificábamos de salvaje y que sin embargo hoy reconocemos en toda su validez.

Posiblemente, aquí tuviera su cabida el arte infantil del que ahora nos ocupamos tan metódicamente, incluso en sus primeras manifestaciones y garabatos irreconocibles. Todo paralelismo entre arte primitivo e infantil sólo se basa en apreciaciones y conceptos que contemplan una cierta evolución en el tiempo, pero que en lo primitivo no tiene mayor realidad que la que nos muestra algunas sociedades primitivas en su conflicto con la modernidad y a las que tarde o temprano se acaba por aislar de sus valores primitivos.

En el niño hay un proceso de desarrollo y un estímulo propio que le llevan a dar rienda suelta a su energía y casi de forma inconsciente y de juego le hace desarrollar formas artísticas que van evolucionando constantemente y que alcanzan su nivel mental y artístico al que ayudan de forma reconocible la educación, su entorno social y las facultades personales desarrolladas.

Es curioso que en el arte infantil hay mucho de mágico, al igual que en el arte de los primitivos y prehistóricos. Efectos de apropiación y de una sencilla causa-efecto acompañan a muchos dibujos, del mismo modo que el hecho de querer representar más allá de lo que puede verse y de un realismo fotográfico.

Con su propio proceso evolutivo el arte infantil va desarrollándose en el niño y combinando fantasías con la representación de cosas reales, unas buscadas en su interior y otras imaginadas a partir de formas que le rodean y que tanto en el niño como en la mente primitiva se configuran como objetos, figuras y seres de su mitología personal.

El arte que para Paul Klee no reproducía lo visible, sino que «hace visible» venía a descubrirnos ese mundo en el que tanto niños, como primitivos o dementes tenían la capacidad de ver. Cierto es que Klee conocía el arte de los enfermos mentales y en especial la obra de Prinzhorn, por ello no podemos por menos que entender que su visión espiritual no estuviera lejos de lo que algunos artistas con trastornos mentales patentizan al expresar alguna de las visiones de lo inenarrable. También es cierto que la visión de inocencia de este arte que se trasluce en las concepciones de Klee nada tiene que ver con los terrores esquizoides de algunos enfermos y menos con una expresión esencial y visión directa del arte.

Bien es cierto que las ideas sobre al arte bruto con todas sus transgresiones que mentaba Dubuffet: instinto, pasión, locura y violencia, o la visión espiritual del arte en Klee son estadios que Prinzhorn utiliza como categorías a la hora de clasificar el arte de sus enfermos mentales. De la misma forma que las manifestaciones artísticas de los enfermos de Prinzhorn influyeron en un concepto artístico del artista francés y del suizo, a la inversa, el desarrollo de esos conceptos sirvió para definir tres interpretaciones sobre la creatividad del arte de los enfermos mentales: la expresión, la visión y la transgresión.

En el caso de Prinzhorn y sobre la base del estudio de algunos maestros esquizofrénicos y los originales realizados por sus enfermos su interés no iba por lo artístico, ni mucho menos por las técnicas desarrolladas, el estilo o materiales empleados. Todo le conducía a una reflexión sobre el arte de los enfermos mentales como una forma de expresión y donde se seguían seis tendencias dominantes en la representación psicótica o pulsiones: expresión, juego, elaboración ornamental, orden esquemático, copia obsesiva y sistemas simbólicos.

Pero mientras que en las dos primeras el sujeto estaba abierto al mundo, en las cuatro restantes el artista enfermo trataba de defenderse frente al mundo, lo que le diferenciaba claramente al artista del esquizofrénico. Las distorsiones del cuerpo y del espacio se unían a otros aspectos que afectaban al orden simbólico, de forma que más que atacar las ideas y convenciones artísticas, lo que intentaban era recomponer su vacío.

En verdad fue el dadaísta convertido en surrealista, Max Ernst, el que comprendió que no había un arte inocente y menos en el caso de los artistas dementes. Más que trasgresión era regresión. La búsqueda en sus trabajos de otras formas de expresión y de otras técnicas (collage, frottage...) nos lo muestran como aventurándose en un encuentro hacia el arte de los enfermos. No es de extrañar pues que encontremos en su propio arte una sucesión alucinante de imágenes contradictorias, unidas bajo la técnica del collage.

Posiblemente la concepción ingenua de los locos como artistas tenía sus límites no sólo en la plástica, en sus conocimientos y destrezas sobre las que superponían algunas obsesiones. Los paranoicos tienden a focalizar sus problemas e incluirlos en sus manifestaciones, siendo algunas ideas y formas delirantes las que determinan su obra.

En el caso de los esquizofrénicos su confusión entre realidad y ficción les hace difícilmente llevar a cabo un producto artístico, que a menudo crean y destruyen con la misma emoción.

Del mismo modo que toda la historia del arte esta repleta de artistas perturbados, también en los últimos siglos acompañando a los descubrimientos en psiquiatría nos hemos acostumbrado a conocer algunos locos artistas, que en boca de sus médicos se han convertido en personajes controvertidos, cuando no famosos. Algunos tratamientos para enfermos mentales han contemplado el uso de algunas de las técnicas artísticas como medio más eficaz que las cadenas o las camisas de fuerza.

Lo cierto es que estamos a cierta distancia de poder reconocer si las realidades artísticas de los enfermos con trastornos mentales severos son un paso en la curación. De la misma forma, que tampoco podemos intentar creer que todo cuanto aparece en sus manifestaciones, obsesiones o imágenes sexuales entre otras cosas, es un camino que se nos abre para su conocimiento y su remedio mental. Estaríamos olvidando la función creativa e incluso imaginativa que tiene cualquier manifestación artística y todo lo falso y de ficción que acompaña cualquier realización, quedándonos con un abusivo aspecto demiúrgico y sanador del arte. Algo que puede ir bien con algunas etapas del pasado y en algunos estadios del arte primitivo.

Entonces ¿qué propuestas podemos hacer a partir de unos talleres de plástica o de dinámica dirigidos a enfermos con trastornos mentales severos?

He de confesar que mis experiencias han ido más hacia talleres con algunas personas con problemas más ligeros, o hacia discapacitados psíquicos a los que una visita a una exposición de arte o monográfica adecuada, les permitía ante todo ejercitar algunas actividades más controladas a diario y más libres en esta visita fuera de su centro o familia.

En cuanto a la plástica, tratamos de lograr que el enfermo mental pueda ir de forma paulatina reconociendo y descubriendo aquellas obras y objetos con toda libertad, viendo y tocando, sin sobresaltos y sin problemas de iluminación tan frecuentes en las exposiciones contemporáneas. Ello nos lleva a la búsqueda de un placer y un disfrute personal con aquello que se le ofrece a su contemplación. Nos apoyamos en el diálogo y en grupos muy pequeños en donde todos comentan tranquilamente lo que ven, lo que sienten o lo que quisieran.

Ello no quita para que algunas obsesiones o manías salgan a la luz e incluso puedan distorsionar nuestro encuentro con los objetos. Los colores y las formas plásticas nos ayudan e invitan a una experiencia personal, algo que aquí podemos ahora compartir. Esta aproximación hacia lo que nos gusta y lo que acabamos de ver, tocar o disfrutar nos predispone a una manipulación independiente del color, las texturas y el volumen con los materiales de que disponemos en el taller, que a poder ser ha de estar en el mismo espacio expositivo o en una sala contigua, porque a menudo hay que volver a salir y buscar o reencontrar lo que nos gustaba y lo que nos decían los objetos y obras antes contemplados.

Llegar a la realización de experiencias en las que se aborde el color, la línea, las texturas, el volumen dentro del taller y sobre un soporte bidimensional (papel, lienzo, cartón...) debe dejar paso en otras ocasiones a posibilidades con respecto al espacio y al volumen tridimensional que configura nuestro entorno.

No se trata tan sólo de centrar la atención sobre la superficie blanca de un papel o lienzo para dejar allí constancia de nuestras impresiones policromas o sensoriales, sino que debemos ir hacía combinaciones en las que lo representado tenga valor espacial. Se recorte y se combine en trabajos comunes o de equipo, se presente dentro del espacio del taller o se combine con otros colores, fondos y tramas.

En los talleres de plástica tenemos a menudo que partir de un proceso que alcanza de forma diferente a nuestros visitantes, ya que para algunos el proceso evolutivo se encuentra en muy diferentes momentos. Es como el caso de los niños y más si trabajamos en un taller que combina a los de varias edades. Del garabato a la línea hay muchos escalones y diferencias tangibles.

Tenemos que saber valorar esos esfuerzos, pero también hacer que ellos mismos los valoren y no se desanimen. Quizás ese reconocimiento y valoración es uno de los factores que más importa. A menudo trabajamos con un tema que permite grandes recursos como es el del bodegón. En muchas exposiciones tenemos ejemplos abundantes de esta temática y en el taller nos permite aproximarnos a aspectos de línea y volumen, de color y formas, de espacio y composición, pero también podemos avanzar en el tratamiento de superficies y sus variantes, la sombra y el color. He de manifestar mi agradecimiento en el conocimiento de estos temas a las experiencias del Taller Malasaña, taller dedicado al arte e integración de discapacitados psíquicos.

En el taller del bodegón partimos de un análisis de lo que hemos visto y de las aportaciones descubiertas en nuestra visita anterior, cotejamos formas, planteamos una focalización de la obra y de nuestro bodegón y buscamos algunos recursos en los que la tensión y la valoración de la obra pueden dar lugar a una obra personal convincente y rotunda. A ello se añadirá la exposición de los trabajos en el taller junto a la sala de exposiciones, lo que en algunos casos llena de legítimo orgullo a sus autores. ¿Y a quién no?

Otro de los temas que nos permite un análisis muy singular y nos ayudará a tener un conocimiento de lo que nuestros participantes en el taller piensan sobre sí y los otros es un taller sobre el autorretrato y el retrato. La base de la idea está tomada de unos talleres desarrollados hace algunos años por el Übersee Museum de Bremen.

Es evidente que partimos en este caso de un diálogo yo-tú. Cada uno de los participantes del taller trata de conocer y presentarse a otro y buscamos un encuentro que nos ayude a reconocer los rostros de los demás, pero también el nuestro. El hecho de ser diferentes físicamente, no sólo por color, gestos, moda o sexo, nos va ayudar a reconocemos luego a través de un espejo. Ahora nuestros diálogos se enriquecerán con nuestras muecas, gestos propios o imitativos, de la misma forma que trataremos de ver esos gestos y rostros en los demás y ya en el colectivo, para concluir con un trabajo de máscaras, lo cual no es sólo un reflejo de la realidad vista y experimentada, sino también un ejercicio de fantasía.

Hay otros muchos temas para ir desarrollando gradualmente y en los que nuestra implicación y la de nuestros participantes, en especial personas con trastornos mentales o con problemas de discapacidad psíquica pueden ir redescubriendo su entorno: caso de temas familiares, acontecimientos y fiestas. Otro tema es el del paisaje, en donde con la ayuda del monitor y los voluntarios podemos llegar a descubrir paisajes que alternan entre la serenidad y la intensidad y crear algunos motivos de trabajo colectivo muy enriquecedores.

Naturalmente los temas individualizados de la plástica, como la luz, el color, el contraste y otros factores nos permiten por sí solos desarrollar un descubrimiento de nuestro entorno y llegar paso a paso a adquirir unas destrezas y configurar un lenguaje, que nos permite conocer a los otros y darnos a conocer personalmente. Posiblemente uno de los objetivos más a tener en cuenta en nuestros talleres para enfermos mentales.

A la hora de plantear unos talleres de dinámica o expresión dramática, no puedo por menos que traer a la mente aquella obra de teatro de Peter Weiss, el Marat-Sade, que desarrolló con los locos de un manicomio una experiencia dramática singular. Sin llegar a realizaciones dramáticas complejas y como siempre abordando experiencias graduales y paso a paso podemos partir de la danza y la música para lograr simplemente la expresión gestual que acompañe a los sonidos y la música.

He de confesar que en este campo soy deudor de las experiencias que ha realizado y realiza Maite León con su taller de Psico-Ballet, en donde he visto trabajar a personas con todo tipo de discapacidades motoras, sensoriales y psíquicas. Porque, ¿si ha logrado hacer danzar a los sordos y crear sencillas representaciones musicales y de danza con personas afectadas por el síndrome de Down, como no llegar a otros niveles?

En esta línea he visto varias experiencias de grupos que combinan en sus montajes a personas con diferentes grados de discapacidad, caso de Creixants y El Tinglao.

Una reflexión más en este campo nos la ofrecen algunas obras dramáticas y películas de cine (Charlie, Nell, Rain Man, Forrest Gump...) Trabajar sobre ello y con algunos cortes al efecto puede permitirnos llegar a contemplar nuevas propuestas en los talleres de expresión dinámica y dramática.

Una última reflexión me la ha ofrecido mi compañera Flavia d’Andreamatteo que desde hace algunos años trabaja con autistas y busca no sólo lazos de comunicación, sino formas de entrar en ellos. La televisión se la ha revelado como un camino a desarrollar y donde emitiendo en circuito cerrado programas de marionetas de dedo, de lo más sencillo del mundo y con una escenografía mínima ha logrado captar respuestas en los niños enfermos. En esta línea sigue ensayando medios de comunicación, como el que con el sugestivo título de Islas trata de hacer que los autistas participen en un juego-danza o simple juego de luz y sonidos emitido por televisión y donde los mismos personajes entran y salen, se ven y se reflejan en un universo continuo.

Quedaría cerrar este trabajo con una reflexión sobre los talleres y sus objetivos, sobre lo que pretendemos y podemos hacer, ya que en todo caso se trata de un proceso muy lento y en donde pretendemos una creación por parte de los enfermos mentales que respete su tiempo y sus formas. Un arte sin interpretación y sin búsquedas interiores, cosa que acostumbramos en muchos casos a hacer y más con los talleres de niños o de las personas con trastornos mentales severos. Posiblemente el arte, como fue siempre para el artista que aún no tenía demandas económicas y sociales se sustentó en la obra bien hecha y en la satisfacción que de ello redunda, algo que me parece oír en las afirmaciones de los socialistas utópicos del siglo xix inglés y en Las Noticias de ninguna parte de W. Morris.

Hay que saber que de la misma forma que ni todo lo que vemos es arte, incluso en muchos casos no todo nos gusta o estamos de acuerdo con ello. Baste con ir a alguna exposición de arte contemporáneo y escuchar comentarios a la salida. De la misma forma, ni todos los artistas están locos, ni todos los locos son artistas, ya que este sería un alto precio pagado a la creación. Y por todo ello debemos de conformarnos con saber ver, disfrutar, comprender y expresar lo que nos dicen las obras de arte y a su vez, sin ningún temor, ni complejo, enfermos y sanos sentir el placer de la creación y el lenguaje comunicativo que acompaña ese gesto.

Es pues una propuesta para los talleres, la búsqueda de un código comunicativo y en el que todas las personas tienen su particular visión artística y creativa. Otro tanto puede aplicarse no sólo al lenguaje plástico, sino también al literario y más que nada a un recurso mixto de ambas formas de comunicación y expresión: el diario y el cuento. Quizás sea ésta una vía para entablar un proceso comunicativo más amplio con los enfermos con trastornos mentales severos.

Un ejercicio que a menudo hacemos con los niños y que se llama «Nuestros Monstruos y terrores favoritos» es un ejemplo de cómo exorcizar nuestros demonios y terrores que a menudo nos atenazan. De la misma forma, que abordar una reflexión acerca de las imágenes y arquetipos que a menudo nos rodean y que configuran nuestras creencias y nuestros traumas.

Como decía al principio de este texto la experiencia del Gran Pie (The Big Foot) en el Museo Británico sirvió para hacer que grupos de niños con problemas de aprendizaje descubrieran los contenidos de ese museo y en especial los relativos a la arqueología. Los objetos empezaron a ser bellos ya ser dibujados e interpretados según los medios y las habilidades de cada uno, porque ¿qué se podía hacer con los objetos bellos del museo? Aparte de contemplados y disfrutados, cada uno de ellos se convirtió en un objeto del que cada participante en el taller se apropiaba y usaba para transmitir sus experiencias de formas, belleza, tamaño, color, tacto y sensaciones, entre otras cosas.

BIBLIOGRAFÍA

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Pijoán José. Las manifestaciones artísticas de los alienados en Arte de los pueblos aborígenes, Vol. 1 de Summa Artis. Madrid 1973, Espasa Calpe; pp. 503-512.

Reising Gert. Fremder Frühling. Kurse mit Geistigbehinderten in der Staatlichen Kunsthalle Karlsruhe. Karlsruhe 1991.

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