Informaciones Psiquiátricas - Segundo trimestre 2003. Número 172 Abordajes no farmacólogicos de las alteraciones del comportamiento en los pacientes con demencia Isabel Haro Recepción: 18-03-03 / Aceptación: 24-03-03 El tratamiento no farmacológico irá destinado a mantener y potenciar todas aquellas capacidades que aún conserva el paciente, con la finalidad de enlentecer el proceso involutivo de la enfermedad. Para ello, es de vital importancia que en cuanto se diagnostique la enfermedad, se elabore una programación para el futuro, y se diseñe lo que denominaremos el itinerario sociosanitario del enfermo. El diseño de este itinerario consistirá en realizar un estudio detallado de cada caso: de las condiciones sanitarias, físicas y psicoemotivas; del nivel de información en cuanto a la enfermedad; de los recursos familiares; etc. Haciendo un breve recorrido por algunas de las necesidades básicas del paciente, encontraríamos que en la necesidad de comer y beber nuestras intervenciones cuidadoras irían destinadas a tratar tanto las alteraciones inherentes al proceso del envejecimiento, como las propiamente secundarias al proceso demencial. Por ejemplo, si el paciente se niega a sentarse en la mesa porque se encuentra desorientado o confundido, lo abordaremos estableciendo un horario de comidas, unos rituales prepandriales (lavado de manos, puesta de la mesa...), convirtiendo la comida en un acto rutinario, sirviendo los platos de uno en uno, evitando enseres de cocina transparentes que puedan aumentar su confusión, etc. Las alteraciones de la eliminación en cambio, se inician de forma ocasional, con frecuencia durante la noche, pasando posteriormente a ser un tema cotidiano. Algunas de nuestras intervenciones podrían ser utilizar una indicación gráfica en la puerta del baño, simplificar las maniobras de desvestido mediante cinturas elásticas, velcros, etc., establecer un programa de control horario, ejercicios para tonificar y fortalecer la musculatura pélvico-abdominal, identificar si el enfermo utiliza algún prólogo previo a la eliminación (sonidos, conducta agitada...), etc. La necesidad del movimiento no suele verse afectada hasta una fase intermedia y final de la enfermedad. Los cuidados necesarios en las primeras fases irían destinados a alteraciones como por ejemplo la hiperactividad, en cuyo caso continuaríamos con la actividad física habitual del paciente (paseos, ir a la peluquería, a la compra...), le ofreceríamos diferentes alternativas que fueran de su agrado y le mantuvieran sentado, etc. Sin embargo, en fases más avanzadas nuestras intervenciones se centrarán sobre todo en estimular la movilización, tanto activa como pasiva (tablas de ejercicios para bipedestación/sedestación, movilización pasiva de articulaciones, etc.). Las alteraciones en el patrón del sueño se manifiestan generalmente en todas las etapas de la enfermedad. Si bien en un principio el paciente se despierta angustiado por los cambios que está experimentando, a medida que evoluciona la enfermedad las dificultades se presentan cuando el paciente se despierta desorientado y se empeña en realizar actividades fuera de las horas y lugar indicados. En ambos casos se abordará mediante medidas de higiene del sueño (hacer del acostarse un acto rutinario, fijar un protocolo para dormir, actividades relajantes que inviten al descanso, convertir el levantarse en una rutina, etc.). Si como decíamos anteriormente el paciente se despierta desorientado e inicia cualquier actividad, en primer lugar le orientaremos temporo-espacialmente, evitaremos intentar que entiendan que no es el momento ni el lugar indicados, le persuadiremos con cualquier otra actividad que le invite a volver a la cama, y si a pesar de estas medidas persiste el problema, le dejaremos que actúe supervisándole en la distancia siempre y cuando no comprometa peligro. Es la necesidad de higiene, baño y vestido la que
con frecuencia resulta afectada desde las fases más tempranas de
la enfermedad. Si bien en un inicio el paciente presenta una pereza para
el aseo u olvido de hábitos higiénicos, a medida que evoluciona
la enfermedad es la apraxia para actividades de higiene, baño y
vestido la que toma protagonismo, llegando a una falta de autonomía
en fases más avanzadas. En el caso de pereza o negativa para el
aseo, nuestras intervenciones irán destinadas a averiguar una posible
etiología (como por ejemplo miedo secundario a su inseguridad para
la higiene, porque haya olvidado los hábitos higiénicos,
etc.), facilitarle todos los recursos necesarios para su realización,
garantizándole seguridad, comodidad, tranquilidad e intimidad,
convertir el aseo en sí en un acto rutinario (misma hora, mismos
útiles para la higiene, mismo entorno...), gratificarle con comentarios
positivos cuando se haya aseado, y abstenerse de hacer cualquier tipo
de comentario (ni positivo ni negativo) cuando por el contrario su aspecto
sea desaseado. Si la falta de higiene está relacionada con un olvido
de hábitos de aseo, abordaremos el problema intentando que repita
las maniobras por imitación (ejecutando sobre nuestro cuerpo los
movimientos que deseamos que haga el paciente y animándole a que
los repita), y posteriormente iniciaremos nosotros las maniobras dejándole
a continuación que continúe él solo. El vestido también
puede verse afectado porque el paciente haya olvidado los hábitos
en relación a esta necesidad; entre las actuaciones indicadas destacaríamos
una acomodación estacional de su armario, preparación de
prendas que se han de utilizar en orden inverso, de manera que encuentre
en primer lugar aquello que ha de ponerse más en el interior, etc.
Como conclusión, recordar que todas estas
intervenciones cuidadoras dependerán y podrán variar en
función de las características personales y familiares de
cada persona.
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