Informaciones
Psiquiátricas
2018 - n.º
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Introducción
La enfermedad de Alzheimer (EA) es la de-
mencia neurodegenerativa más frecuente en
los países desarrollados. Clínicamente se ca-
racteriza por un deterioro cognitivo de inicio
insidioso y progresivo, habitualmente con
predominio de la afectación de la memoria.
Sin embargo, es una enfermedad heterogé-
nea tanto en edad de inicio, como en la pro-
gresión clínica y en su sintomatología ini-
cial, especialmente en pacientes con inicio
antes de los 65 años. A nivel microscópico
los pacientes con EA presentan una extensa
pérdida neuronal, siendo las placas seniles
(péptido
ŷ
-amiloide) y los ovillos neurofibri-
lares (proteína tau fosforilada) los hallazgos
neuropatológicos característicos (Braak and
Braak, 1991).
Hasta 2011 los criterios utilizados para el
diagnóstico de la EA se basaban principal-
mente en aspectos clínicos, requiriendo que
el paciente se encontrara en una fase de de-
mencia para poder establecer el diagnóstico
(McKhann et al., 1984). El diagnóstico di-
ferencial con otras demencias neurodegene-
rativas o incluso con trastornos de la esfera
psiquiátrica en ocasiones es complejo si úni-
camente nos basamos en la clínica, dado que
a menudo su sintomatología se solapa, como
demuestran trabajos de correlación clínico-
patológica (Balasa et al., 2011). Esta difi-
cultad diagnóstica es especialmente relevan-
te en fases muy iniciales de la enfermedad
lo que puede conducir a una incertidumbre
diagnóstica con las consiguientes repercu-
siones personales, familiares, socio-labora-
les y jurídicas para el paciente y su familia.
Con el objetivo de mejorar el diagnóstico
de la EA y poder realizarlo en fases iniciales
donde el paciente aún no esté en fase de
demencia y donde los futuros tratamientos
específicos y modificadores de la enferme-
dad podrían tener su máximo beneficio, los
criterios diagnósticos de EA se revisaron in-
corporando el conocimiento adquirido en los
últimos años (Albert et al., 2011, McKhann
et al., 2011). A la vez, los nuevos criterios
también son una herramienta muy valiosa en
la investigación de estas enfermedades (Du-
bois et al., 2014). Así, los nuevos criterios
permiten un diagnóstico más preciso y más
precoz (fase de no demencia) al añadir a la
clínica, tanto típica (amnésica) como atípica
(afectación inicial de dominios cognitivos
diferentes a la memoria episódica), una serie
de biomarcadores que nos indicarían depósi-
to de
ŷ
-amiloide (disminución de
ŷ
-amiloide
en el líquido cefalorraquídeo (LCR) o cap-
tación en el PET cerebral con trazadores de
ŷ
-amiloide) o de neurodegeneración (hipo-
metabolismo en el PET con glucosa, hipo-
perfusión en el SPECT, atrofia hipocampal en
la resonancia craneal o aumento de tau total
o tau fosforilada en el LCR) (Albert et al.,
2011, McKhann et al., 2011). Además, en el
ámbito de la investigación también se han
establecido los criterios de la EA preclínica,
dado que diferentes estudios han evidencia-
do que las primeras alteraciones biológicas
de la enfermedad empezarían décadas an-
tes de las primeras manifestaciones clínicas
(Sperling et al., 2011; Dubois et al., 2014).
La aplicación de estos criterios es un avance
muy significativo tanto a nivel asistencial
como de investigación de la EA (Balasa et
al., 2014).
Como hemos visto anteriormente los bio-
marcadores para la EA propuestos en los úl-
timos años son múltiples, si bien en esta
revisión nos centraremos en los principales
biomarcadores estudiados en el LCR.
BIOMARCADORES DE LÍQUIDO CEFALORRAQUÍDEO EN LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER