Informaciones
Psiquiátricas
2018 - n.º
232
33
La enfermedad de Alzheimer (EA) es una
enfermedad neurodegenerativa que se ca-
racteriza por la presencia de deterioro
cognitivo y conductual de inicio insidioso
y curso progresivo de aparición en la edad
adulta, principalmente en la vejez. Actual-
mente está considerada como la causa más
frecuente de demencia neurodegenerativa
en los países desarrollados y su prevalencia
se incrementa con la edad.
Los cambios neuropatológicos propios de
la EA se caracterizan fundamentalmente por
la agregación anormal de proteína tau hiper-
fosforilada intraneuronal en forma de ovillos
neurofibrilares y
ŷ
-amiloide extraneuronal
en forma de placas seniles. Gradualmente,
estos cambios conllevan perdida de sinapsis
y neuronas que se manifiestan clínicamente
como alteraciones cognitivas. Es bien sabi-
do que la patología neuronal puede empezar
incluso hasta una década antes de que se
inicie la sintomatología clínica. Hasta aho-
ra los criterios de EA actuales requerían la
presencia de déficit cognitivos relevantes
y demencia, lo que implicaba que cuando
se realiza el diagnostico el daño neuropa-
tológico subyacente es ya muy importante
y afecta de forma generalizada a un gran
número de áreas [1].
En la última década hemos asistido a la
reformulación del diagnóstico precoz de la
EA para poder llevar a cabo ensayos clínicos
de fármacos modificadores del
curso evolutivo de la enfermedad y mos-
trar su eficacia en fases lo más iniciales
posibles, que se han venido a llamar en la
literatura más actual como fase preclinica o
prodrómica [2,3]
El intento de caracterizar las fases inci-
pientes de la enfermedad ha evolucionado
desde la aparición del heterogéneo concep-
to de deterioro cognitivo leve (DCL) a fi-
nales del siglo pasado, hasta los actuales
criterios diagnósticos de investigación pro-
puestos para la EA. Estos criterios permiten
realizar un diagnóstico precoz de la EA, en
fase preclínica/prodrómica, y etiológico, al
estar sustentado en marcadores biológicos
objetivos, siendo los más relevantes la pro-
teína tau y B42 en el LCR y las diferentes
pruebas de neuroimagen funcional, PET 18
FDG y PET con marcadores de Betamioloi-
deos, siendo incluidos en los nuevos crite-
rios diagnósticos [3,4].
En los diferentes criterios de DCL pro-
puestos a lo largo de las últimas décadas,
entre ellos los de Petersen et al, no se han
proporcionado datos específicos sobre que
metodologia aplicar para realizar el diag-
nostico. En este sentido, no se definen las
pruebas neuropsicológicas que se deberían
administrar, ni puntos de corte más apropia-
dos para distinguir el rendimiento cognitivo
normal del patológico. Todos estos factores
existentes, debido a una falta de normaliza-
ción de los diferentes criterios diagnósticos
propuestos, conllevan a la falta de consenso
entre autores y a la obtención de resultados
contradictorios en los numerosos estudios
realizados [1].
En resumen, el DCL es un constructo sin-
drómico, por lo que el cumplimiento de sus
criterios diagnósticos no asegura que exista
una patología neurodegenerativa subyacen-
te, ni que los pacientes evolucionen hacia
una demencia. El concepto de DCL ha resul-
tado de gran utilidad durante muchos años
para clasificar a aquellas personas con ma-
yor riesgo de desarrollar demencia. No obs-
tante, la heterogeneidad en su definición le
resta fiabilidad para predecir la evolución
clínica. Además, limita su eficacia para se-
leccionar aquellos pacientes susceptibles de
beneficiarse de tratamientos farmacológicos
experimentales en ensayos clínicos [1].
SÍNDROMES PREAMNÉSICOS EN LA DETECCIÓN PRECOZ DE LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER