Informaciones Psiquiátricas - Segundo trimestre 2003. Número 172

¿Quién cuida al cuidador?*

Mª Carmen Franqueza Roca
Psicóloga.
Premio ex-æquo al mejor trabajo fin de Máster en Psicogeriatría (2000-2002).

Recepción: 18-03-03 / Aceptación: 24-03-03

INTRODUCCIÓN

El cambio que se ha producido durante los últimos años en la pirámide poblacional en los países occidentales ha dado lugar a que haya una aumento de población anciana. La pirámide como tal ha dejado de serlo, para pasar, no a invertirse, todavía, sino a ser como una hucha, con la máxima concentración de población en las edades medias de la vida. Este cambio se ha debido a la disminución de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida (causado en parte por los avances médicos y tecnológicos producidos en los últimos años). Al aumentar esta esperanza media de vida a los 78-80 años, nos encontramos con una alta población en edad geriátrica y a la vez con una alta población con demencia (ya que la prevalencia de ésta aumenta a medida que aumenta la edad), aumentando así el número de personas que necesita algún tipo de ayuda y, por tanto, el número de cuidadores.

Al abordar el tema de los cuidadores de personas mayores, surgen numerosas y variadas cuestiones, relacionadas, con quiénes son estas personas, como influye la situación de cuidado en sus vidas, qué necesidades concretas tienen, cómo se les puede ayudar a satisfacerlas?

Al hablar del perfil del cuidador nos encontramos con que los cuidadores de personas mayores dependientes son aquellas personas que, por diferentes motivos, coinciden en la labor a la que dedican gran parte de su tiempo y esfuerzo: permitir que otras personas puedan desenvolverse en su vida diaria, ayudándolas a adaptarse a las limitaciones que su discapacidad funcional les impone. Por lo general es la familia la que asume la mayor parte del cuidado de estas personas.

En cada familia suele haber un cuidador principal que responde a las circunstancias de cada familia, sin que se haya llegado a ello por un acuerdo explícito entre los miembros de la familia.

El perfil característico del cuidador suele ser el siguiente: mujeres, con una edad media de 52 años, normalmente hijas de la persona enferma que comparten en un porcentaje muy elevado el domicilio con la persona que se cuida.

¿Pero qué entendemos por cuidar (a una persona mayor)? Proporcionar ayuda para que los mayores sientan que sus necesidades físicas, sociales y afectivas están resueltas, implica además una dedicación importante de tiempo y energía, conlleva tareas que pueden no ser cómodas y agradables, es una situación en la que suele darse más de lo que se recibe y suele ser una actividad que no se ha previsto y para la que no se ha sido previamente preparado. El cuidado, por tanto, es una actividad muy compleja que exige mucha entrega y que incluye al menos cuatro aspectos básicos:

  1. La acción encaminada a hacer por alguien lo que no puede hacer por sí mismo (con respecto a sus Actividades de la Vida Diaria).
  2. Informar y enseñar (para conseguir que el paciente se adapte mejor a la enfermedad, disminuyendo o controlando miedos y fomentando el autocuidado y la autonomía).
  3. Facilitar la expresión emocional del paciente (llantos, quejas, protestas, aceptando al paciente sin condicionamientos previos y/o futuros).
  4. Mejorar la calidad de vida del enfermo (ante este proceso crónico, desarrollando una actitud empática, una escucha activa y una comunicación interactiva, aunque sea a través de gestos y movimientos).

Todos los miembros de la familia, pero, especialmente, el cuidador principal, pasan necesariamente por un período de adaptación forzosa a esa dinámica irreversible e incapacitante que suele implicar la demencia. Ello conlleva a modificaciones en el estilo y hábito de vida de todos los familiares y puede desembocar fácilmente en lo que se ha denominado «carga familiar» definida como:

«el conjunto de problemas de orden físico, psíquico, emocional, social o económico que pueden experimentar los cuidadores de adultos incapacitados».

Este concepto desde su aparición ha sido profusamente utilizado en la investigación gerontológica sobre el proceso de cuidar y sus efectos. El concepto de carga se remonta a principios de los años 60, utilizado para estudiar los efectos que tenía sobre las familias el hecho de mantener en la comunidad a pacientes psiquiátricos, como parte de la asistencia psiquiátrica comunitaria que se estaba implantando en Gran Bretaña en aquel tiempo. Los trabajos sobre la carga de los familiares referida al ámbito de la salud mental continuaron durante los años 70, desarrollándose para su evaluación diversos instrumentos de medida que incluían aspectos tan diversos como conductas específicas potencialmente molestas para la familia, contenidos sobre carga objetiva y subjetiva y evaluaciones globales de la carga realizadas por el evaluador.

Aunque algunos de estos estudios incluían también familias con pacientes psiquiátricos de edad avanzada, la investigación sobre la carga familiar en el ámbito gerontológico comenzó en la década de los 80. Zarit y su grupo de colaboradores consideraron la carga de los cuidadores como la clave del mantenimiento de las personas con demencia en la comunidad y elaboraron un procedimiento para su evaluación, la Entrevista sobre la Carga del Cuidador (del que se hablará con posterioridad), probablemente el instrumento más utilizado para la evaluación de la carga familiar en gerontología.

Una distinción importante, claramente establecida en la literatura gerontológica sobre el concepto de carga, se refiere a las dimensiones de carga subjetiva versus carga objetiva. Mientras que la carga subjetiva puede definirse como las actitudes y reacciones emocionales ante la experiencia de cuidar, la carga objetiva puede definirse como el grado de perturbaciones o cambios en diversos aspectos del ámbito doméstico y de la vida de los cuidadores. Además de la diferenciación entre carga objetiva y subjetiva, la práctica totalidad de los estudiosos del tema han considerado que bajo el término de carga existen diferentes dimensiones o aspectos relativos a la carga (costes económicos del cuidado, carga física asociada al cuidado, limitación del tiempo del cuidador, impacto sobre las relaciones interpersonales, etc.).

La frustración, la depresión, la ansiedad, el estrés y los sentimientos de culpa son algunas de las secuelas de ser cuidador. Paulatinamente, estas alteraciones emocionales se manifiestan en alteraciones de conducta, del carácter y en diversas perturbaciones psicosomáticas (angustia, alergias, afecciones de la piel, cefaleas, lumbalgias, trastornos gástricos e intestinales). Muchos de estos síntomas son comunes a los diferentes cuidadores, constituyendo un verdadero síndrome que azota a estos familiares y que se denomina Síndrome del cuidador. Así pues, la losa de responsabilidades que integran su función cotidiana durante muchos años les hace vulnerables para padecer morbilidad física y psíquica y es precisamente este derrumbamiento psicosomático de la persona sobre la que recaen los cuidados del enfermo que le imposibilitan un equilibrio psicofisiológico adecuado, y además le hacen víctima del cansancio y de la impotencia, terminando con el síndrome del cuidador quemado.

Pero existen realmente recursos para las personas que se encuentran realizando esta función de cuidadores? Uno de los recursos que hay son los Grupos de Ayuda Mutua (G.A.M.) (formados por personas que comparten un problema o situación conflictiva y se reúnen para intentar encontrar alguna solución o mejora) sobre los que trata este trabajo, planteando entonces los objetivos propuestos a continuación:

OBJETIVOS

El objetivo de este trabajo es doble:

  1. Primero queremos plantear una revisión sobre los G.A.M. en cuidadores de familiares con Demencia.
  2. En segundo lugar se pretende ver mediante un trabajo experimental si los G.A.M. son beneficiosos para los cuidadores que asisten, abriendo así las puertas a futuras investigaciones.

OBJETIVO 1

Revisión sobre los Grupos de Ayuda Mutua en cuidadores de familiares con Demencia.

Para hablar sobre los G.A.M. primero hay que definir qué es la Ayuda Mutua, numerosos estudios nos dicen que la ayuda mutua es una condición natural en el ser humano de poder compartir, buscar contacto con otras personas en las que confiar ante una situación de alegría, tristeza, enfermedad, peligro o ansiedad. Es decir, cuando tenemos alguna dificultad o estamos en una situación de estrés o miedo, necesitamos buscar a otros para compartir aquella situación, de modo que nuestro estrés o temor disminuyen en la medida en que los otros comparten esa situación. En el momento en que contrastamos nuestro problema con otra persona, aquel problema ya no es tan grave, porque muchas veces resulta que lo vivimos con tanta intensidad, encerrados en nuestro individualismo que deja de ser tan intenso en el momento que lo compartimos con otros y podemos, aunque sólo sea hablar o intercambiar información. La Ayuda Mutua es el intercambio de dar y recibir entre dos o más personas, con resultados positivos para su propia salud y con repercusión en el bienestar social de la comunidad.

Los antecedentes de los G.A.M. los podríamos encontrar en 1935 cuando se crea en EE.UU. una de las organizaciones pioneras, Alcohólicos Anónimos. En 1970 aparecen en los EE.UU. y Centro Europa las Asociaciones y G.A.M. como respuesta a necesidades derivadas de la crisis industrial y económica, no cubiertas por la atención primaria. En 1978 la Asamblea Mundial de la Salud, reunida en Alma-Ata, manifestó que «la Asistencia Primaria de salud es el punto donde convergen todos los problemas sanitarios de la comunidad y es el lugar desde donde se han de desarrollar acciones para resolverlos y poder llegar a la ‘salud para todos en el año 2000’». La OMS apoyó y redactó 38 objetivos para conseguirlo y dio apoyo creando un centro europeo de apoyo para la Ayuda Mutua en Lovaina (Bélgica) que da información, promoción y formación para la auto-ayuda o ayuda mutua, así como congresos, seminarios y documentaciones sobre investigaciones en esta materia, de las distintas organizaciones de la comunidad europea.

Pero fue en el año 1986 que se efectuó la primera Conferencia Internacional para la Promoción de la Salud en Ottawa (Canadá) donde se sentaron las bases para impulsar la capacidad de la comunidad y la participación social. Los grupos de ayuda mutua nacieron amparados por dicho contexto.

En Europa llegó un poco más tarde, en el año 1984 todos los estados miembros de las regiones de Europa también adoptaron estos objetivos y trabajaron para ello. Todos los objetivos van encaminados a una participación de todos los agentes implicados en la salud: no sólo el personal médico y sanitario sino también los propios enfermos, los familiares, los cuidadores, y aquellas asociaciones que existan en la comunidad. Todos deben estar implicados, y para ello se tienen que crear canales de participación en la salud.

En Barcelona llegó en el año 1987 de la mano del Dr. Villalbí y Francina Roca que eran dos profesionales del Instituto Municipal de la Salud, que introdujeron el tema de la ayuda mutua gracias al ímpetu y a la fuerza que ellos entendieron que era necesaria para poder llegar a los objetivos que la OMS había señalado. Se hizo un primer estudio, con la ayuda de fondos de investigaciones científicas de la Seguridad Social, para ver como se estaba trabajando en Barcelona el tema de ayuda mutua, cuantos grupos, cuantas asociaciones había, como lo estaban realizando y se encontraron 45 asociaciones y G.A.M. que estaban trabajando en este tema, participando, sintiéndose más autónomos y colaborando con el resto de profesionales.

En 1995 se crea la Agencia Municipal de Servicios a las Asociaciones del Ayuntamiento de Barcelona (Torre Jussana), donde se ha integrado el servicio de apoyo a los G.A.M. En la actualidad, se ofrece ayuda a unas 160 asociaciones y G.A.M. y este número está en constante aumento.

Vamos ahora a definir qué son los G.A.M. Podríamos decir que es un conjunto de personas que comparten un mismo problema de salud o social, y que deciden reunirse siempre de forma voluntaria y periódica para mejorar su situación social y colectiva. En este tipo de grupos, los afectados se autoconvocan y ellos mismos regulan y formalizan sus reuniones, se autogestionan. En el G.A.M. estas personas intercambian información, experiencias, apoyo emocional; algunos grupos realizan actividades sociales y ofrecen servicios y recursos. Sensibilizan a la población y en algunas ocasiones hacen presión social.

Son reuniones entre «iguales»: los grupos pueden ser de personas directamente afectadas, de familiares, de amigos o de cuidadores. Nos podemos encontrar con grupos convocados por los propios afectados, que se autogestionan y no admiten la presencia ni la intervención de profesionales, en cambio otros son impulsados por los propios profesionales. El G.A.M. es complementario a otros tratamientos y a otros tipos de grupo. A su vez, estos grupos complementan a las instituciones ya existentes y ayudan a generar un mayor bienestar social y comunitario. Los grupos se pueden crear en torno a una enfermedad crónica, una adicción o para personas afectadas por situaciones especiales como grupos de duelo. En la web www.bcn.es/tjussana/gam se puede observar la gran variedad de grupos existente.

Las características esenciales de estos grupos son las siguientes:

  • Sirven para compartir información y experiencias. Cada uno aporta aquella información que tiene y su experiencia propia, de manera que se puede contrastar con la de los demás; al ver como alguien ha podido superar una situación de crisis puede ayudar a otros a superar el problema.
  • El grupo aporta apoyo emocional. Las personas que forman el grupo comparten aspectos íntimos de sus sentimientos.
  • El grupo ofrece servicios y recursos.
  • Otra de las características importantes es la sensibilización pública de sus problemas. La organización de conferencias, debates, congresos, etc. contribuyen a sensibilizar a la sociedad haciendo una presión social directa o indirecta.

Los beneficios que aportan los G.A.M. son tanto en el ámbito individual como en el ámbito social.

A nivel individual las personas que participan en estos grupos pueden obtener las siguientes ventajas: adquieren información y conocimientos sobre su enfermedad o problemática, que favorecen las habilidades de afrontamiento; aprenden habilidades sociales; aumentan su capacidad para hacer frente a situaciones difíciles; comparten responsabilidades en el grupo que pueden generalizar a otros ámbitos; ayudan a salir del aislamiento y la soledad; aumenta la capacidad de participación social y de solidaridad; el grupo proporciona apoyo y seguridad para aceptar la nueva situación.

A nivel social los beneficios que podemos encontrar son que: normaliza la enfermedad, trastorno o situación especial dentro del territorio social; es un refuerzo complementario a un tratamiento y promueve una mayor integración social y participación en la comunidad.

Pero realmente ¿son tan beneficiosos como parece estos grupos para los asistentes? En el caso que nos ocupa, los cuidadores de personas con demencia ¿se ven beneficiados con la asistencia al grupo?

(Anexo 1) Hebert y col., 1999 recogieron los estudios experimentales que evaluaban los efectos de diversos programas psicoterapéuticos dirigidos a cuidadores de personas en demencias. Sin duda, el interés de estas tablas era poner de manifiesto la importancia de desarrollar programas psicoterapéuticos, mantenidos en el tiempo, y que siguieran escrupulosamente los rigores del método científico. Nos centraremos en los estudios realizados con programas de Grupos de Ayuda Mutua.

El anexo 1 nos muestra que los grupos de ayuda pueden ser especialmente útiles para conseguir un aceptable grado de asertividad de la familia, un aumento de la satisfacción matrimonial y una mejor calidad de vida de los cuidadores. Los grupos de ayuda pueden constituir una solución válida y económica para cambiar el impacto del estrés sobre el cuidador. Sin embargo, hay que subrayar que los programas que ya están en marcha, y de acuerdo también con los resultados recogidos en la tabla, no han logrado realmente neutralizar el impacto negativo del estrés porque, probablemente no se han complementado con programas psicoterapéuticos.

La información y la catarsis emocional que experimentan los cuidadores en los grupos de autoayuda deben complementarse con estrategias psicológicas individuales para responder adecuadamente a los comportamientos altamente estresantes del anciano demente.
En la segunda parte de este trabajo experimental nos proponemos ver si realmente resulta de ayuda asistir a un G.A.M. o si no hay diferencias significativas entre alguien que asiste al grupo y alguien que no, para poder evaluar la eficacia de este tipo de grupos y poder abrir así el camino a futuras investigaciones.

OBJETIVO 2

Trabajo experimental para ver si los G.A.M. son beneficiosos para los cuidadores que asisten.

MATERIAL

Se realizó una Entrevista semi-estructurada diseñada a tal efecto para este estudio, de la cual se presenta un modelo en el anexo 2. Esta entrevista servía como introducción a los cuestionarios que se pasarían posteriormente. Su utilidad es conocer datos sociológicos, laborales y familiares, que pueden resultar de interés a la hora de analizar los resultados del estudio.

  • El Test del Informador (SS-IQCODE: «Short Spanish-Informant Questionnaire on Cognitive Declive in Elderly», validado en español por Morales González JM, González Montalvo JI, Del Ser Quijano T, Bermejo Pareja, F.), presentado en el anexo 3 se utilizó para estimar la preexistencia de demencia, y ver el grado de deterioro cognitivo del paciente al cual cuidaban los familiares entrevistados (cuanta mayor puntuación global, mayor grado de deterioro cognitivo). El rango de puntuaciones posibles oscila entre 26 y 130 puntos.

    Este test se utiliza para evaluar los cambios en algunas actividades cotidianas directamente relacionadas con la memoria y la inteligencia del anciano. Se eligió este test porque no requiere la presencia del paciente, sino que se debe administrar a personas estrechamente relacionadas con el paciente durante los 10 años previos, en este caso, los cuidadores principales. Se utilizó la versión reducida de 17 ítems, porque se consideró que no era necesario un análisis exhaustivo de la patología del paciente.

  • Para ver el grado de carga que experimentan los cuidadores se utilizó la Escala de Sobrecarga del cuidador de Zarit (Caregiver Burden Interview), adaptado por Izal, M y Montorio, I. (1994) presentado en el anexo 4. Esta escala responde a un enfoque subjetivo de la carga (ya definido en la introducción) y, aunque esto debe tenerse en cuenta a la hora de interpretarse, los resultados de distintos estudios muestran que la carga subjetiva es un buen indicador de los efectos del cuidado. El cuestionario original contenía 29 elementos diseñado para evaluar la carga subjetiva del cuidado, teniendo en cuenta los siguientes aspectos: salud física y psicológica, área económica y laboral, relaciones sociales y relación con la persona mayor receptora de cuidados. Las respuestas a los elementos se sumaban para obtener un índice único de la carga. En una revisión posterior se redujo el número de elementos a 22.

    Las puntuaciones de carga correlacionan significativamente con síntomas psicopatológicos del cuidador, con el estado de ánimo y la salud física del cuidador, así como la calidad de la relación entre el cuidador y el receptor de cuidados. Se eligió esta escala, para ver si hay diferencias en la carga subjetiva que experimentan los cuidadores que asisten a los G.A.M. y los que no.

  • El Inventario de Depresión de Beck (anexo 5) ha sido utilizado para ver si había diferencias entre los pacientes que asisten a G.A.M. y los que no en cuanto a un Síndrome depresivo. Esta escala fue desarrollada en un primer momento, como un instrumento heteroaplicado de 21 ítems que evaluaba la intensidad del síndrome depresivo. El contenido de los ítems refleja, claramente la importancia concedida por los autores al componente cognitivo de la depresión, solamente la tercera parte de los ítems hacen referencia a aspectos fisiológicos o conductua-les. El rango de puntuación obtenido es de 0 a 63.

    La última versión del cuestionario (Beck y col. 1979) resulta más adecuada y de más fácil aplicación, además de considerar el punto de referencia del paciente a la hora de contestar el cuestionario no sólo en el momento actual, sino también la semana anterior.

MÉTODO

Para realizar este trabajo experimental se utilizaron a dos sujetos, cuidadores de familiares atendidos en UFISS Psicoclínica la Merced, Horta.

Sujeto 1. Sólo había asistido a una reunión de G.A.M. y consideraba que éstos no le podían ser beneficiosos, ya que consideraba que de la experiencia de otras personas no podría solucionar su problema. Es una mujer de 61 años de edad, que había trabajado durante toda la vida como Auxiliar de enfermera en una clínica dental y que tuvo que dejarlo por cuidar a la suegra. En casa convive con el marido y la suegra, pero no recibe ningún tipo de ayuda en los cuidados de la suegra, por parte del marido ni de personas externas. Tiene 3 hijos y 1 nieto. Hace 3 años que es cuidadora. No-asistencia a G.A.M.

Sujeto 2. Lleva 1 año asistiendo regularmente, cada 15 días, a los G.A.M. Realizados en la Psicoclínica la Merced de Horta (BCN). Es una mujer de 55 años de edad, trabaja 3 horas por la mañana cuidando a una señora mayor, antes era cuidadora a jornada completa, pero tuvo que dejarlo por cuidar de su madre. Es ella la cuidadora principal, convive en casa con el marido y una hija con Síndrome de Down, de los que recibe un poco de ayuda para cuidar a la madre. Hace unos 10 años que es cuidadora. Tiene otro hijo, que vive fuera del domicilio familiar. Asistencia regular a G.A.M.

A estos dos sujetos se les realizó una pequeña entrevista diseñada a tal efecto para este estudio (anexo 2) y se les pasaron las escalas anteriormente mencionadas: SS-IQCODE (anexo 3), Escala de Sobrecarga del cuidador de Zarit (anexo 4) y Inventario de Depresión de Beck (anexo 5). Posteriormente expondremos los resultados obtenidos para extraer las conclusiones pertinentes.

RESULTADOS

Los resultados obtenidos en las diferentes pruebas aplicadas a los sujetos se muestran a continuación en la tabla I.

El Sujeto 1, que no había asistido a los G.A.M. tenía a su familiar con deterioro cognitivo, aunque no sabemos exactamente el tipo de demencia / deterioro que tiene realmente, ya que no se consideró necesario para el estudio, vemos que sí hay un deterioro. (Puntuación 63, Prueba del Informador).

En cuanto a la Escala de Sobrecarga del Cuidador, encontramos que este Sujeto obtiene una puntuación de 60, lo cual nos indica que este cuidador presenta una Sobrecarga Intensa.

En cuanto a la Depresión, la puntuación de 23 nos muestra que nos encontramos ante una Depresión moderada.

El Sujeto 2 tiene a su familiar con un grado de deterioro similar al del sujeto 1, con una puntuación de 65 en la prueba del Informador.

En la Escala de Sobrecarga del cuidador obtuvo una puntuación de 47, lo cual nos indica que nos encontramos ante el límite de la No-Sobrecarga y la Sobrecarga Leve.

En la Escala de Depresión de Beck, nos encontramos con una Depresión Leve ya que la puntuación obtenida es 14.

Comparando a los dos sujetos, vemos que hay diferencias significativas en cuanto a cómo viven estas personas la carga y cómo les está afectando a nivel psicopatológico.

Vemos que el sujeto 2 (asistencia G.A.M.) no experimenta el mismo nivel de Sobrecarga que el sujeto 1 (no-asistencia G.A.M.). Mientras el sujeto 1 presenta una Sobrecarga Intensa, el Sujeto 2 presenta una Sobrecarga leve, estando en el límite de la no Sobrecarga.

En cuanto a la psicopatología, concretamente se exploró la depresión, también encontramos diferencias significativas. El sujeto 1 (no-asistencia a G.A.M.) presenta una depresión moderada, mientras que el sujeto 2 (asistencia a G.A.M.) presenta una depresión leve.

En los anexos 6, 7, 8 y 9 se presentan los resultados obtenidos por el Sujeto 1 tanto en la entrevista como en las tres pruebas realizadas, asimismo en los anexos 10, 11, 12 y 13 se presentan los resultados del sujeto 2.

DISCUSIÓN

Brown en 1967 definió la carga familiar como «el impacto que la convivencia con un enfermo provoca en el estilo de vida o en la salud de los miembros de la familia». En este trabajo experimental hemos querido ver si una forma de intervención que existe actualmente como son los G.A.M. puede resultar útil para aliviar esta carga, para reducir este impacto, para disminuir la patología asociada al cuidado que sufren los cuidadores de este tipo de pacientes.

Como hemos visto en los resultados anteriores hay diferencias significativas entre un sujeto que asiste a G.A.M. y un sujeto que no, en cuanto a la Sobrecarga que experimentan los cuidadores de personas con demencia, y en cuanto a patología asociada, en este caso depresión.

La Sobrecarga de la persona que no asiste a G.A.M. es mucho más elevada que la Sobrecarga que experimenta la persona que asiste a G.A.M. ya que esta persona tiene un espacio donde exteriorizar todo lo que siente, donde compartirlo, donde ve que hay personas en su situación y donde comparte una situación similar, el cuidado de una persona con demencia, una patología que los familiares muchas veces no entienden y que los Grupos de Ayuda Mutua ayudan a comprender mejor. Los Grupos ofrecen información y conocimientos sobre la enfermedad, ayudan a que los miembros del grupo sepan hacer frente a situaciones difíciles, ayudan a salir del aislamiento y dan apoyo y seguridad. (En la entrevista del anexo 10, observamos que la cuidadora que asiste a los grupos ve en éstos su única salida, «Allí hablo, me desahogo, descargo baterías»).

Pero a parte de influir en la carga que experimentan los cuidadores, se estudió también si influían estos grupos de forma positiva en la depresión que suelen experimentar estos cuidadores, al ver que su situación no tiene salida y al ir perdiendo contactos sociales, actividades de ocio por tener que cuidar al enfermo. Se ha visto comparando estos dos casos que sí, que el familiar que asiste al G.A.M. presenta una depresión leve, mientras que el que no asiste a los G.A.M. presenta una depresión moderada. Esto se debe a lo comentado anteriormente, compartiendo tu situación ves que no estás solo, que mucha mas gente se encuentra en la misma situación que tú y que te pueden dar consejos, ayudar a llevarlo mejor, al tener un lugar donde expresar las emociones, coges distancia sobre estas y puedes analizar mejor la situación en la que te encuentras.

A través de los grupos se da a los familiares la oportunidad de contactar con personas que pasan por una situación similar en quien confiar; así se suele dar entre los miembros una comprensión empática, de manera que el familiar percibe que no está solo. Esto puede ayudar a resolver los problemas y afrontar mejor las frustraciones. También puede ayudar a identificar respuestas emocionales y aceptarlas como normales y legítimas.

El grupo trata de crear una estructura que permita al familiar cuidador descargar tensiones, fomentar lazos de comunicación y aprender estrategias de desviación y alivio que puedan utilizar en la vida cotidiana. Se espera que con el tiempo estos grupos sirvan a sus miembros como marco de referencia de resolución de problemas, así como normalizadores del conflicto personal, destruyendo el componente de soledad que impide considerar nuevas estrategias.

Los resultados de este estudio no se han sometido a análisis estadísticas, ya que sólo se han utilizado dos casos, por tanto las conclusiones que se extraen no se pueden generalizar, la muestra es demasiado reducida, pero no pretendemos generalizar, simplemente abrir el camino a futuras investigaciones sobre el interesante mundo de los cuidadores de personas con demencia y sobre posibles intervenciones a realizar con estos cuidadores/familiares. Pretendemos abrir un camino que todavía está por explorar, pretendemos intentar dar respuesta a la pregunta de ¿Quién cuida al cuidador?

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* Trabajo premiado correspondiente a la promoción 2000-2002 del Máster en Psicogeriatría (Universidad Autónoma de Barcelona y Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús).


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