Informaciones Psiquiátricas - Primer y segundo trimestres 2009. Número 195-196

Valoración de los factores psicosociales que afectan a la sexualidad en la vejez e influencia percibida en la actividad sexual

 

Silvia Cabrera Barbero

Psicóloga Clínica.
2º Premio Trabajo fin de Máster en Psicogeriatría UAB. Promoción 2006-2008.

 

Recepción: 10-03-09 / Aceptación: 27-03-09

 

INTRODUCCIÓN

El envejecimiento de la población es un fenómeno social característico del siglo xx con importantes repercusiones a nivel social. Como consecuencia directa crece el número de profesionales y de investigaciones centradas en esta área.

En psicología de la vejez, hace una década ya se observaba esta tendencia de aumento en las publicaciones en Psiclyt. Pese a que la mayoría de estudios estaban más centrados en la temática psicopatológica, se tenía en cuenta la necesidad de un nuevo enfoque más ecológico, centrado en la vejez normal, puesto que representa la mayor parte de la población (Sáiz, D., Baqués, J., Sáiz, M., 1998).

Del modelo biomédico, centrado en la patología como objeto de estudio y en la concepción de la vejez como etapa de involución o pérdidas, se pasó al modelo biopsicosocial (Moñivas, A., 1998).

La psicología evolutiva en los años 60 entendía la vejez como una etapa de declive. Se hacía un símil entre los cambios psicológicos y los cambios biológicos a lo largo de la vida. A partir de los años 70 y específicamente, a partir de la teoría del ciclo vital se concibe la vejez como una etapa más de la vida, en la que además de pérdidas se producen ganancias (Villar, F., 2004). Buendía (1994) expresa esta idea: «los cambios no se traducen únicamente en deterioros o pérdidas, sino que también se pueden desplegar ciertas funciones psicológicas y vitales». Desde esta corriente de pensamiento, el desarrollo no dependería únicamente de factores madurativos (biológicos en último término) sino que sería un proceso abierto a las influencias contextuales y socioculturales (Villar, F., 2004). El proceso de envejecer desde este momento deja de ser considerado como fenómeno universal, unidireccional e irreversible (López, F. y Olazábal, J.C., 2005) y se empieza a otorgar peso a los factores psicosociales como factores explicativos de las variaciones interindividuales.

Al objetivo inicial consistente en aumentar la esperanza de vida, se une la preocupación por los aspectos cualitativos relacionados con aumentar la calidad de vida (Pinillos, J. L., 1981).

En la calidad de vida autopercibida en la vejez, el apego es una cuestión muy importante, es una necesidad que se da durante toda la vida y el sexo constituye una forma importante de sentirnos vinculados a los demás, de dar y recibir afecto (Ríos G.C.L., Flores, E. J., Perea, X., Pizarro, M. y Aracena, A., 2003). Es por tanto, un tema que debería tenerse más en cuenta.

En un estudio bibliométrico realizado por Dolores Sáiz et al. (1998) sobre las publicaciones aparecidas en la base de datos Psyclit, en el período de 1991-1995 se encuentran 16.833 artículos publicados sobre psicología de la vejez. De éstos, 218 artículos (1,3%) hacían referencia a temas relacionados con la sexualidad en esta etapa. En la revista Journal Of Sex And Marital Therapy, referente importante de la investigación en el campo de la sexualidad humana, en el periodo de 1980 a 2001 se publican 627 artículos, de los que sólo 6 (0,96%) están relacionados con la sexualidad en la vejez (Sierra, J.C., Zubeidat, I., 2002).

Parece entonces evidente que es un tema olvidado. Para Martínez B. y col. (2000) (citado en García, J. L., 2005) «es un área especialmente maltratada, poco conocida y menos entendida por la sociedad, por los propios ancianos y por los profesionales de la salud». Figuera (1990) ha indicado que la conducta sexual en la ancianidad está calificada como ilegítima, es víctima de muchas más agresiones que la del adulto y constituye una negación social.

En la última encuesta realizada por el INE (Instituto Nacional de Estadística) en el 2003, sobre salud y hábitos sexuales, cuyo objetivo era evaluar el impacto de las políticas de prevención sobre el SIDA, no se tuvo en cuenta a la población mayor de 50 años. Los argumentos aportados para la exclusión fueron en primer lugar, la menor prevalencia del SIDA a partir de esa edad. Lo cierto es que, las relaciones sexuales sin protección, son la principal causa de infección en población mayor de 50 años, representando el 73% de los contagios. En segundo lugar, se argumentaban dificultades para administrar un cuestionario parcialmente autoadministrado utilizando como soporte el ordenador. Es un caso evidente de discriminación por cuestión de edad. Las campañas preventivas deberían estar diseñadas y adaptadas para todas las edades (Castejón, P., Pérez, O., Sancho, M., 2005).

Investigaciones sobre la sexualidad en la tercera edad

Von Krafft Ebing, famoso sexólogo de finales del siglo xix, en su libro Psychopatia Sexualis (1886) consideraba que el único objetivo del deseo sexual era la procreación. De esta forma, cualquier otra manifestación de deseo se veía como una perversión sexual. Bajo el nombre de paradoxia clasificaba como desvío sexual el deseo experimentado en «etapas equivocadas de la vida» como la infancia y la vejez.

En 1948 Kinsey y cols. (citado en Masters, W. H., Johnson, V. E., Kolodny, R. C., 1995) fueron los primeros en estudiar los efectos del proceso de envejecimiento en el comportamiento sexual. Encontrando una disminución gradual del interés y de la actividad en ambos sexos, más acusada en las mujeres y en aquellas personas que no disponían de pareja (Diokno, A. C., Brown, M. B y Herzog, A. R., 1990). Otros estudios realizados a posteriori encuentran resultados similares. Demuestran que los ancianos permanecen sexualmente activos a pesar de que la frecuencia de la actividad disminuya a medida que aumenta la edad (McCary, J. L., 1968; George, L. K. y Weiler, S. J., 1981).

Bretschneider y McCoy (1988) evaluaron el comportamiento sexual en ancianos mayores de 80 años encontrando ac-tividad coital tanto en hombres como en mujeres, siendo la práctica más común las caricias y tocamientos. Pfeiffer (1989) encontró que las mujeres postmenopaúsicas eran sexualmente activas pero que su participación estaba en gran parte determinada por el interés y disponibilidad de una pareja. Masters, Johnson y Kolodny (1995) afirman que no existe un límite de edad para un correcto desempeño sexual. Sí que es cierto que, en el envejecimiento, disminuye lenta y gradualmente la respuesta ante estímulos sexuales pero este hecho no afecta al deseo.

Resaltan también la influencia de los estereotipos culturales, el estado de salud y la falta de compañero sexual como factores que afectan negativamente a la sexualidad en esta etapa. Schiavi y Rehman (1995) concluyen que la disminución de la actividad y el deseo no afectan a la satisfacción sexual. Nieto (1996) en una investigación con ancianos españoles, encuentra que uno de los predictores de la actividad sexual en la vejez es la actividad sexual mantenida en la juventud. Bohórquez Rodríguez (1995) destaca la influencia negativa de determinadas enfermedades y sus tratamientos en la expresión sexual. Kaiser (1996), en la revisión de diferentes trabajos publicados hasta ese momento, halló resultados concordantes con los de Nieto (1996), además de encontrar un aumento del porcentaje de ancianos que practicaban la masturbación. Dello (1998) observa que determinadas características como ser hombre, disponer de pareja y tener buen funcionamiento social correlacionan positivamente con la actividad sexual.

Bobes (2000) realizó un estudio en nuestro país concluyendo que el deseo sexual se mantiene mejor que la actividad sexual en ambos sexos. Cibeles Lorenzo (2004) estudió los factores que influyen en la sexualidad en el anciano, así como la opinión que tenían sobre el sexo y el nivel de educación sexual. Se concluye que las principales dificultades de expresión sexual están determinadas por la poca privacidad para mantener relaciones debido a la institucionalización o a la convivencia con familiares. Los ancianos encuestados tenían una deficiente información sobre sexo y consideraban las relaciones sexuales como agradables. En el último estudio realizado en España (Se-villa) por Moioli (2005) se evaluaron los aspectos conductuales, actitudinales y experienciales sobre la sexualidad en la vejez. La mayoría de entrevistados opinaba que la sexualidad continuaba durante toda la vida y la consideraban beneficiosa pa-ra la salud a pesar de que la vivían peor que cuando eran jóvenes.

De esta revisión podemos concluir que los cambios en la actividad sexual en la vejez no pueden ser explicados únicamente por factores fisiológicos sino que hay múltiples factores de cariz psicosocial que influyen en la expresión de esta actividad.

Desde el punto de vista fisiológico, los procesos de envejecimiento sexual comienzan a los 30-35 años y siguen un proceso lento y muy variable de unas personas a otras. En el varón el declive sexual es lento y gradual, mientras que en la mujer está biológicamente determinado por la menopausia. En ambos sexos hay modificaciones en las etapas de la respuesta sexual pero ningún cambio fisiológico impide el placer sexual pleno (López, F. et al, 2005). Por lo tanto, más que la edad, son los factores psicosociales los que determinan el descenso o la insatisfacción de la actividad sexual durante la vejez.

En este sentido, el factor más importante es la actitud del propio anciano hacia los cambios fisiológicos normales. Nuestra sociedad impone un modelo social joven, en el que la actividad sexual tiende a equipararse al coito dejando en un segundo lugar la función comunicativo-afectiva y la sensual-placentera del sexo. Si tenemos en cuenta estas dos últimas dimensiones, la sexualidad no tiene porqué sufrir un menoscabo en esta edad sino que su expresión varía a nivel cuantitativo y cualitativo (López, F. et al, 2005). Es necesario un cambio en el modelo social dominante en el que el coito no sea el elemento central de la relación sexual. Este modelo provoca que la disminución de la actividad coital sea percibida como el fin de la actividad sexual en las personas mayores ya que cualquier otra manifestación de la sexualidad parece incompleta (García, J. L., 2005).

Por otro lado, el modelo corporal que se considera atractivo es el joven. Los cambios en la figura corporal se viven de forma negativa y se interpretan como una pérdida del atractivo sexual (López et al, 2005). Además de esto último habría que sumar la represión social que se hace de la sexualidad en la vejez. La sociedad niega la sexualidad de los ancianos y critica a los que manifiestan interés (Muñoz, R., Alarcón, E., Berasain, G., Boid, J., Conejeros, O., 2002). No podemos olvidar tampoco la educación sexual recibida por los ancianos. Tal y como proponen Sánchez y Olazábal (2005) la conceptualización del sexo está basada «funcionalmente en la procreación, topológicamente con la genitalidad, júridicamente con el matrimonio, conductualmente con la heterosexualidad, sexualmente con el varón y cronológicamente con la edad joven y adulta».

La organización de los centros geriátricos ignora también las necesidades sexuales en la vejez. Elaine Steinke (1997) en su estudio sobre los conocimientos de los profesionales sobre la sexualidad en la tercera edad, encontró un profundo desconocimiento sobre el tema y sobre las actuaciones que podrían seguir con los ancianos. Las normas de estos centros impiden cualquier tipo de manifestación íntima al no disponer de habitaciones individuales. Aunque parece ser que los nuevos centros estatales del Imserso (en los que la dirección es laica) conceden habitaciones individuales.

La convivencia con la familia extensa también puede dar lugar a una falta de privacidad (Lorenzo, C., 2004).

El factor de pareja es también un factor importante. Ésta es la causa que explica en mayor medida la abstinencia sexual, sobre todo en la mujer, por la mayor esperanza de vida (Lorenzo, C. 2004). Además es una generación a la que se le impone la teoría de la media naranja (López, F. et al., 2005).

La jubilación es otro de los factores importantes, en este caso, afectaría más al varón. Supone una pérdida de ingresos económicos, disminución de la actividad física y mental y una ruptura con la red de relaciones sociales (Lorenzo, C., 2004; López, F. et al, 2005). En algunas parejas también se pueden crear nuevos conflictos al tener que pasar más horas juntos. Todo ello influye en la actividad sexual.

El presente estudio trata de valorar la influencia de estos factores psicosociales en la actividad sexual así como la percepción que los ancianos tienen de dicha influencia. La información recogida puede ser útil para confeccionar programas de educación sexual que permitan compensar y/o potenciar la información recibida sobre los cambios que se producen en esta etapa, consiguiendo una mayor adecuación a los mismos y en definitiva, una mayor satisfacción de sus necesidades de afecto e intimidad.

 

OBJETIVOS

–  Describir variables de carácter general como la edad, sexo, estado civil, nivel de formación y nivel socioeconómico.

–  Analizar la existencia de relaciones sexuales, frecuencia y tipo de actividad sexual.

–  Analizar la autovaloración del estado de salud y otros factores psicosociales y averiguar si existe alguna relación con la frecuencia y/o tipo de actividad sexual.

–  Describir la influencia percibida del estado de salud y otros factores psicosociales en la actividad sexual.

–  Determinar a qué factor se le atribuye mayor importancia e influencia en la actividad sexual.

 

METODOLOGÍA

Estudio de naturaleza descriptiva y transversal para caracterizar el comportamiento sexual de la población mayor de 65 años. Se pretende averiguar la valoración otorgada a los factores de salud y psicosociales y su posible relación con la frecuencia y tipo de actividad sexual y la influencia percibida en su actividad sexual.

Las hipótesis de investigación serían:

–  La valoración del estado de salud y de los factores psicosociales explica una mayor variabilidad de la frecuencia y/o tipo de actividad sexual que la percepción de influencia.

–  El factor que se espera que perciban como más influyente es el estado de salud.

El tratamiento estadístico se ha realizado con el programa informático SPSS, v. 15.0.

 

SUJETOS

La muestra estudiada corresponde a un total de 85 personas mayores de 65 años del distrito de Nou Barris (Barcelona) que acuden a diferentes centros sociales pertenecientes a la Generalitat de Catalunya y que previo consentimiento informado acceden de forma voluntaria para ser encuestados.

Antes de pasar la encuesta se marcaron como criterios de inclusión ser mayor de 65 años y no estar institucionalizado. El criterio de exclusión sería presentar alguna psicopatología. Para controlar dicho aspecto y otras variables extrañas dentro del cuestionario se le solicita información relativa a las siguientes variables sociodemográficas: toma de medicación y el tipo, nivel socioeconómico, nivel de estudios y estado civil.

La selección de los centros se realizó al azar. De cada centro se seleccionaron 20 personas que previo consentimiento informado accedieron a contestar el cuestionario. La selección de sujetos se realizó entre los meses de enero de 2008 y marzo de 2008.

De los 120 sujetos a los que se solicitó participar en la investigación, 85 aceptaron responder (70%).

 

MATERIAL

La recogida de información se llevó a cabo mediante un cuestionario anónimo, específico y estructurado. El cuestionario consta de 19 ítems y se acompaña como anexo (ver anexo I).

La variable dependiente sería la actividad sexual tanto en términos de frecuencia (ítem 15) como tipo de actividad sexual (ítem 16).

Se plantean como variables independientes:

–  Valoración del estado de salud (ítem 1), educación sexual recibida (ítem 4), satisfacción con la imagen corporal (ítem 8), actividad social (ítem 10), valoración de las relaciones sexuales en la juventud (ítem 14) y en la vejez (ítem 17).

–  Influencia percibida en la actividad sexual del estado de salud (ítem 3), educación sexual recibida (ítem 5), jubilación (ítem 6), estado civil (ítem 7), satisfacción con la imagen corporal (ítem 9) e institucionalización (ítem 12).

Las variables sociodemográficas: edad, sexo, estado civil, nivel de estudios y nivel socioeconómico que son contestadas al inicio de la encuesta. El nivel de privacidad (convivencia con la familia extensa, ítem 11) se incluye dentro de los ítems del cuestionario.

Se controló la toma de medicación (ítem 2) como posible factor influyente en la actividad sexual.

El cuestionario incluye preguntas destinadas a valorar otros aspectos como la necesidad de recibir información sexual (ítem 19), principal función otorgada a la sexualidad (ítem 18) y la necesidad de recibir información sobre sexualidad (ítem 19).

 

PROCEDIMIENTO

El contacto con los diversos centros (Casal de Gent Gran Casa Nostra, Casal de Gent Gran Guineueta, Casal Gent Gran Prosperitat, Casal Gent Gran Turó de la Peira, Casal Gent Gran Verdum-Artesanía y Aula de Formación de Adultos Freire) se realizó mayoritariamente de forma telefónica aunque en algunos casos, la pe-tición se realizó en persona. En este primer contacto se ofrecieron datos sobre el tipo de investigación y los objetivos al di-rector/a del centro. En la mayoría de casos el direc-tor/a del centro, tras comentarlo con la Junta de Gobierno del propio Casal, facilitaba el acceso al centro tras acordar día y hora. Únicamente el Casal de Gent Gran de Prosperitat y el Casal de Gent Gran Guineueta demandaron un escrito dirigido a la Direcció General d’Acció Cívica de la Generalitat para poder acceder al mismo (ver anexo II). En estos casos la confirmación del acceso al centro se realizó mediante la recepción de una carta desde la Secretaria d’Acció Ciutadana indicando fecha y hora (ver anexo III). En ambos casos la colaboración fue del 100%. De cada centro se escogieron 20-25 personas de diferentes talleres impartidos en horario de mañana ya que es la franja horaria en el que se produce una mayor afluencia de gente. Tras una breve presentación y explicación de la investigación se solicitó la parti-cipación voluntaria. El cuestionario fue autoadministrado mayoritariamente. Sólo se realizó mediante entrevista personal en el caso de presentar alguna deficiencia visual o por petición expresa del encuestado.

Como medida para corregir el efecto de la deseabilidad social se alertó tanto por escrito como verbalmente sobre esta tendencia, rogando la máxima sinceridad en las respuestas.

 

LIMITACIONES AL ESTUDIO

Validez interna. Al no encontrar ningún cuestionario validado sobre el tema objeto de estudio, el cuestionario elaborado no presenta elementos de discusión, y se mantiene como inicio de posteriores trabajos y modificaciones pertinentes.

Validez externa. La población no puede considerarse como representativa de la población mayor de 65 años residentes en Barcelona y por tanto los resultados no pueden extrapolarse o generalizarse. Con este estudio se pretende iniciar una línea de investigación para su posterior profundización y análisis.

 

RESULTADOS

Sujetos

La muestra está compuesta por 85 sujetos de edades comprendidas entre los 65 y 90 años. La media de edad es de 72 años y 5 meses y tiene una desviación típica de 6 años y 8 meses. Como puede apreciarse en la figura 1, la distribución de sujetos en función de la edad es estadísticamente similar a la distribución Normal, como se comprobó mediante una prueba de Kolmogorov-Smirnov que aportó una Z de 0,741 con p asociada de 0,643.

Hombres y mujeres de la muestra cuentan con promedios de edad similares entre sí (t83; 0,06 = 1,908) teniendo cada grupo 43 y 42 sujetos en total (tabla I). La frecuencia por sexos puede verse en la figura 2.

Variables sociodemográficas

Con respecto al estado civil el 64,7% estaban casados, 3,5% solteros, 4,7% separados y 27,1% viudos (tabla II). Siendo la media de edad de 71 años de los sujetos casados, 73 años y 3 meses para los solteros, 72 años y tres meses para los separados y de 76 años de los sujetos que están viudos (tabla III). Únicamente se encuentran diferencias estadísticamente significativas entre la media de sujetos casados y viudos (t76; 0,004 =  3,009) (fig. 3).

La media de los años de viudedad se sitúa en los 11 años y 3 meses con desviación típica de 9,021 (x = 5,05, s = 8,74 para las mujeres; x = 0,85, s = 2,804 para los hombres).

El 22,4% vive solo, el 62,4% en pareja y el 15,3% vive con algún familiar (fig. 5). Existe relación entre la edad y el hecho de vivir solo, en pareja o con algún familiar (Chi-cuadrado de 69,040 para 48 gl arroja una p = 0,025) (tabla IV). Así como con con el estado civil (Chi-cuadrado de 75,634 para 6 gl arroja una p = 0,000) (fig. 6). Los que viven con algún familiar tienen una actividad social menor que los que viven solos (Rho Spearman = 20,246, p = 0,024). La convivencia con familiares también influye en el tipo de actividad sexual mostrando una tendencia mayor a los besos, caricias y abrazos (Rho Spearman = 0,319, p = 0,004). Se observa también relación entre la agrupación familiar y la valoración de cómo repercute la jubilación en la satisfacción marital (F = 5,482, p = 0,022). Los que viven con algún familiar perciben de forma menos negativa su jubilación que los que viven solos (Rho de Spearman = 0,256, p = 0,020).

En cuanto al nivel socioeconómico la mayor parte de los entrevistados pertenecían a un nivel socioeconómico medio (65,48%). Al nivel bajo pertenecían el 33,3% de los encuestados y únicamente un 1,19% al nivel socioeconómico alto (fig. 7).

La mayor parte de los sujetos pertenecientes a la muestra tenían estudios primarios (88,24%). Sólo un 11,76% tenían estudios superiores (fig. 8).

El nivel de estudios tiene relación con el sexo (tabla V) contando con valor Z de 22,047 asociada a una significación igual a 0,041. Las mujeres cuentan con mayor formación (Rho Spearman = 20,223, p = 0,040).

Del total de la muestra, el 84,5% tomaba medicación (un 76,2% de las mujeres y un 92,9% de los hombres).

En cuanto al tipo de medicación un 21,20% no indicaron qué medicación tomaban. La medicación más frecuente era para la hipertensión, seguida de la del corazón, artrosis, colesterol, próstata, diabetes, analgésicos, asma y alergia (fig. 9).

Se encuentra relación entre el tipo de medicación y la satisfacción sexual en la vejez (Rho Spearman = 0,246, p = 0,026). Los que se sienten menos satisfechos son los que toman medicación para el corazón y la hipertensión. También se encuentra relación con el tipo de actividad sexual (Rho Spearman = 0,229, p = 0,041). Los que toman fármacos para el corazón e hipertensión tienen prácticas sexuales centradas en los besos, caricias y abrazos y en la masturbación en pareja.

El 32,1% manifestaban tener una vida social muy activa, el 40,5% bastante activa, el 15,5% ni muy activa, ni poco activa; el 10,7% poco activa y el 1,2% nada activa. El ANOVA muestra relación entre la actividad social y los prejuicios (F = 3,814, p = 0,054) y con la satisfacción con la imagen corporal (F = 5,018, p = 0,028). Los que mantienen una vida social más activa tienen menos prejuicios (Rho Spearman = 20,250, p = 20,022) y se sienten más satisfechos con su imagen corporal (Rho Spearman = 0,283, p = 0,009).

Relaciones sexuales

En la actualidad, del total, 30 (36,1%) mantienen relaciones sexuales una vez a la semana, 27 (31,8%) no mantienen relaciones sexuales nunca, 17 (20%) mantienen relaciones una vez al mes, 7 (8,4%) mantienen relaciones una vez al año y 2 (2,4%) mantienen relaciones sexuales a diario (fig. 10).

De los que nunca mantienen relaciones sexuales el 77,8% son viudos (94,1% de las mujeres y el 50% de los hombres), el 18,5% están casados (5,9% de las mujeres y el 40% de los hombres) y el 3,7% son solteros (10% de los hombres) (fig. 11).

Se encuentran diferencias en relación a la frecuencia de relaciones sexuales entre casados y viudos (Z en la prueba de Mann-Whitney de 26,050, asociada a una significación de 0,000).

A medida que aumenta la edad disminuye la frecuencia de relaciones sexuales (r = 20,0391, p = 0,000) (fig. 12 y tabla VI).

No existen diferencias entre hombres y mujeres en relación a la frecuencia de actividad sexual (valor Z en la prueba de Mann-Whitney de 21,486 asociada a una significación de 0,13) (tabla VII).

El tipo de actividad sexual predominante es la coital 39,5%, seguida de los besos, caricias y abrazos que corresponden al 18,5% del total. Un 8,6% practican la masturbación en pareja, un 3,7% la masturbación en solitario y un 2,5% sexo oral. El 27,2% marcaron la opción de «otras conductas sexuales» indicando en el espacio previsto para contestar «ninguna» como aclaración de la inexistente actividad sexual (fig. 13). De éstos el 72,7% correspondía a los viudos, 22,7% a los casados y el 4,5% a hombres solteros (tabla VIII).

Existen diferencias entre el tipo de actividad sexual según el género (Z de Mann-Whitney igual a 21,960 con significación asintótica bilateral de 0,050). Además existe una relación significativa entre el tipo de actividad sexual y la edad, de forma que a menor edad se atribuye una mayor práctica del coito (Rho de Spearman de 20,300; p de 0,007).

En cuanto a la función otorgada a la sexualidad vemos que el 55,42% considera que la principal función es la comunicativo-afectiva, el 31,3% la erótico-placentera y el 13, 25% la reproductiva (fig. 15).

Existen diferencias estadísticamente significativas en la función otorgada a la sexualidad [(fig. 16) entre ambos sexos (Chi-cuadrado de 12,049, para 2 grados de libertad cuenta con p = 0,002 para mujeres y Chi-cuadrado de 12,000, para 2 grados de libertad cuenta con p = 0,002 para hombres)] (fig. 14).

Valoración del estado de salud, de la educación sexual recibida y de la satisfacción con la imagen corporal

El 39,29% valoran su estado de salud como regular, el 32,14% como bastante bueno, el 17,86% muy bueno, el 7,14% más bien malo y el 3,57% francamente malo (fig. 17).

No se encontraron diferencias en la valoración del estado de salud en función del género ni de la edad. El ANOVA indica que no existen diferencias significativas en cuanto a la frecuencia de la actividad sexual en función de la valoración del estado de salud (F = 0,931, p = 0,337). Tal y como se ve en la figura 18 se observa una tendencia que indica que a medida que valoran más positivamente su estado de salud aumenta la frecuencia de actividad sexual aunque no es significativa (Rho Spearman = 0,054, p = 0,628).

En la figura 19 vemos que los sujetos con nivel socioeconómico más elevado valoran de forma más positiva su estado de salud (Rho Spearman = 0,389, p = 0,000). Los que toman medicación (fig. 20) valoran peor su estado de salud que los que no la toman (Z de Mann-Whitney 23,265 asociada a una significación asintótica bilateral de 0,001). Los que valoran positivamente su estado de salud (fig. 21) se sienten más satisfechos con su imagen corporal (Rho de Spearman = 0,038, p = 0,000).

En cuanto a la educación sexual el 32,94% valoran la educación recibida como más bien mala, el 25,88% francamente mala, el 25,88% regular, el 10,59% muy buena y el 4,71% bastante buena (fig. 22). La valoración no se encuentra relacionada con el sexo ni con la edad. El ANOVA muestra ausencia de relación entre la valoración de la educación sexual recibida y la frecuencia de relaciones sexuales (F = 0,876, p = 0,352). En la figura 23 se observa una tendencia que indica que a medida que valoran más positivamente la educación sexual recibida, disminuye la frecuencia de actividad sexual (Rho Spearman = 0,061, p = 0,585). Aquellos que valoran de forma positiva la educación sexual recibida (fig. 24) muestran una mayor satisfacción sexual en la juventud (Rho de Spearman = 0,353, p = 0,001).

Con respecto a la valoración de la satisfacción con la imagen corporal el 44,58% manifiesta estar ni muy satisfecho ni poco, el 26,51% está bastante satisfecho, 15,66% muy satisfecho, el 8,43% poco satisfecho y el 4,82% nada satisfecho (fig. 25).

No se encuentran diferencias estadísticamente significativas entre edades ni entre sexos. El ANOVA muestra ausencia de relación entre la valoración de la satisfacción de la imagen corporal y la frecuencia de relaciones sexuales (F = 1,741, p = 0,194). El valor de la Rho de Spearman es de 0,095 pese a no ser significativo (p = 0,397) indica que a medida que se sienten más satisfechos con su imagen aumenta la frecuencia de relaciones sexuales (fig. 26).

El ANOVA muestra relación entre la valoración, la satisfacción con la imagen corporal y mantener una vida socialmente activa (F = 5,282, p = 0,024), los que mantienen una vida social más activa valoran más positivamente su imagen (Rho de Spearman = 0,295, p = 0,007) (fig. 27).

También se observa una mayor satisfacción sexual en la vejez en aquellos que valoran más positivamente su imagen corporal (Rho de Spearman = 0,281, p = 0,011) (fig. 28).

En cuanto a la valoración de la jubilación en la satisfacción marital el 58,5% opina que no ha afectado, el 25,6% piensa que ha mejorado y el 14,6% que ha empeorado.

En general, tienden a valorar el estado de salud y la satisfacción con la imagen corporal de forma positiva y la educación sexual recibida de forma negativa (fig. 29). A pesar de que no se ha encontrado relación entre estas valoraciones y la frecuencia de actividad sexual, el factor que explicaría mejor la variabilidad en la frecuencia de actividad sexual sería la valoración de la satisfacción con la imagen corporal.

Influencia percibida del estado de salud, educación sexual, estado civil, imagen corporal y organización de los centros geriátricos en la actividad sexual

El 27,10% de los sujetos encuestados opina que su estado de salud no influye nada en su actividad sexual, el 14,10% considera que influye un poco, el 23,50% creen que influye regular, el 22,40% piensan que influye bastante y el 12,90% opinan que influye mucho (fig. 30).

El ANOVA muestra ausencia de relación entre la influencia percibida del estado de salud sobre la actividad sexual y la frecuencia de relaciones sexuales (F = 0,608, p = 0,438).

Los hombres perciben más influencia de su estado de salud en la actividad sexual que las mujeres (Z de Mann-Whitney de 22,735 asociado a una significación asintótica bilateral de 0,006) (tabla IX). El ANOVA muestra diferencias en la percepción de influencia en función del estado civil (F = 3,835, p = 0,054), siendo los casados los que perciben su estado de salud como más influyente en su actividad sexual (Rho Spearman = 20,221, p = 0,042) (fig. 31). Además aquellos que consideran que su estado de salud influye en la actividad sexual también consideran que la satisfacción con la imagen corporal influye en ésta (F = 8,304, p = 0,005).

El 35,70% opinan que la educación sexual que han recibido no influye en nada en su actividad sexual, el 15,50% piensan que influye un poco, el 23,80% ni mucho, ni poco; el 16,70% opinan que influye bastante y el 8,30% creen que influye mucho (fig. 32).

El ANOVA muestra ausencia de relación entre la influencia de la educación sexual recibida y la frecuencia de relaciones sexuales (F = 0,426, p = 0,516).

Se encuentra relación entre la influencia percibida de la educación sexual en la actividad sexual y la valoración de la repercusión de la jubilación en la satisfacción marital (F = 5,330, p = 0,024). Aquellos que opinan que la educación sexual influye en la actividad sexual opinan que la jubilación ha repercutido de forma negativa en su satisfacción marital (Rho Spearman = 20,265, p = 0,016).

El 48,20% cree que el estado civil no influye nada en la frecuencia de actividad sexual, el 9,60% opina que influye un poco, el 23,80% ni mucho, ni poco; el 16,70% piensan que influye bastante y el 8,30% creen que influye mucho (fig. 33).

El ANOVA muestra relación entre la influencia percibida del estado civil en la actividad sexual y la frecuencia de relaciones sexuales (F = 8,576, p = 0,004). A mayor influencia percibida del estado civil en la actividad sexual menor frecuencia de relaciones sexuales (Rho de Spearman = 20,287, p = 0,009) (fig. 34).

El estado civil influye en esta percepción de influencia (el ANOVA arroja una F = 6,279 asociada a una p = 0,014). En la figura 35 vemos como solteros y viudos perciben una mayor influencia (Rho de Spearman = 1,247, p = 0,024). También se observa que aquellos que perciben mayor influencia del estado civil en la actividad sexual están menos satisfechos con su sexualidad en la vejez (fig. 36).

El 28,60% opinan que la satisfacción con la imagen corporal no influye nada en su actividad sexual, el 6% cree que influye un poco, el 36,90% ni mucho, ni poco; el 21,40% opinan que influye bastante y el 7,10% creen que influye mucho (fig. 37).

El ANOVA muestra ausencia de relación con la frecuencia de relaciones sexuales (F = 2,013, p = 0,160) aunque sí se encuentra relación con el tipo de actividad sexual (F = 6,021, p = 0,016). Los que perciben una mayor influencia practican más la masturbación y el coito y los que piensan que influye menos tienen prácticas sexuales centradas en besos, caricias y abrazos o nula actividad sexual (Rho Spearman = 0,246, p = 0,028) (fig. 38). Los hombres perciben mayor influencia de la satisfacción de la imagen corporal en la actividad sexual que las mujeres (Z de Mann-Whitney de 22,202 asociada a una significación asintótica bilateral de 0,028) (tabla X).

Aquellos que no toman medicación perciben una mayor influencia que los que sí que la toman (Z de Mann-Whitney de 22,312 asociada a una significación de 0,021). Los que perciben mayor influencia tienden a sentirse más satisfechos con su imagen corporal (Rho Spearman = 0,246, p = 0,040) (fig. 39).

En cuanto a la percepción de influencia en la actividad sexual de la actual organización de los centros geriátricos el 36,10% opina que influiría mucho la institucionalización en sus relaciones afectivas y sexuales, un 28,90% creen que influiría bastante, un 12% piensa que no influiría ni mucho, ni poco, el 22,90% cree que influiría un poco y el 12% opina que no influiría en nada (fig. 40). El ANOVA muestra ausencia de relación con la frecuencia de relaciones sexuales (F = 0,061, p = 0,806).

Existen diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la percepción de influencia (Z de Mann-Whitney 22,389 para una significación asintótica bilateral de 0,017) (fig. 41). Las mujeres perciben una mayor influencia que los hombres (Rho de Spearman = 20,264, p = 0,016). También se observa relación con los prejuicios (F = 6,422, p = 0,013), aquellos que perciben una menor influencia tienen más prejuicios sexuales (Rho Spearman = 20,244, p = 0,026) (fig. 42).

En general el factor que perciben como más influyente en la actividad sexual es la actual organización de los centros geriátricos y el menos influyente sería el estado civil (fig. 43) estando éste último relacionado de forma significativa con la frecuencia de actividad sexual (explicando un 9,7% de la variabilidad) y con el tipo de actividad sexual (explicando el 14,9% de la variabilidad). La influencia percibida de la satisfacción con la imagen corporal también está relacionada con el tipo de actividad sexual (explicando el 7,2% de la variabilidad).

Prejuicios

El 63,5% no estaba nada de acuerdo con la siguiente afirmación «La sexualidad en la vejez es perjudicial para la salud e innecesaria»; el 5,9% estaban un poco de acuerdo, el 9,4% regular, el 15,3% estaba bastante de acuerdo y el 5,9% muy de acuerdo (fig. 44).

Se encuentra relación entre los prejuicios y el estado civil (F = 9,997, p = 0,002), la actividad social (F = 3,814, p = 0,054), la influencia de la organización de los centros geriátricos (F = 6,422, p = 0,013) y la satisfacción sexual en la vejez (F = 6,843, p = 0,011).

Las personas casadas tienen menos prejuicios y los viudos tienden a tener más (Rho de Spearman = 20,304, p = 0,005) (fig. 45).

Aquellos que tienen más prejuicios tienen una vida social menos activa (Rho Spearman = 20,250, p = 0,022), piensan que la organización de los centros afectaría menos a sus relaciones afectivas y sexuales (Rho Spearman = 20,244, p = 0,026). También presentan una menor frecuencia de relaciones sexuales (Rho Spearman = 20,241, p = 0,028) y se sienten menos satisfechos sexualmente en la vejez (Rho Spearman = 20,303, p = 0,005) (fig. 46).

Satisfacción sexual en la juventud y en la vejez

El 30,6% valora sus relaciones sexuales en la juventud como muy satisfactorias, el 20% como bastante satisfactorias, el 24,7% ni muy satisfactorias, ni poco; el 12,9% poco satisfactorias y el 11,8% nada satisfactorias (fig. 47). El ANOVA muestra relación entre esta valoración y la valoración de la educación sexual recibida (F = 16,715, p = 0,000). Los que se sienten menos satisfechos con su actividad sexual en la juventud, valoran de forma negativa la educación sexual recibida (Rho Spearman = 0,353, p = 0,001).

El 32,5% valora sus relaciones sexuales actuales como nada satisfactorias, el 13,3% un poco satisfactorias, el 18,1% ni muy satisfactorias, ni poco; el 22,9% bastante satisfactorias y el 13,3% muy satisfactorias (fig. 47). El ANOVA muestra relación entre esta valoración y el estado civil (53,594, p = 0,000), la satisfacción con la imagen corporal (F = 7,973, p = 0,006), prejuicios (6,834, p = 0,011), frecuencia de relaciones sexuales (F = 108,289, p = 0,000) y la necesidad de información sexual (F = 9,659, p = 0,003).

Los que disponen de pareja tienden a sentirse más satisfechos (Rho Spearman = 20,380, p = 0,000) (fig. 48). Los que se sienten más satisfechos sexualmente tienden a valorar su imagen de forma más positiva (Rho Spearman = 0,281, p = 0,011), tienen menos prejuicios (Rho Spearman = 20,303, p = 0,005), mantienen relaciones sexuales con más frecuencia (Rho de Spearman = 0,746) y son partidarios de recibir información sobre sexualidad (Rho de Spearman = 0,331, p = 0,002) (fig. 49).

Necesidad de información sexual

El 60% de los encuestados no asistiría a un curso sobre sexualidad en la vejez frente al 39,8% que sí lo haría. Como acabamos de ver la satisfacción sexual en la vejez influye en la necesidad de recibir información sobre sexualidad. La edad es otro factor importante (F = 7,224, p = 0,009). A menor edad más necesidad de información (Rho Spearman = 20,307, p = 0,005) (fig. 50).

 

DISCUSIÓN

La muestra, compuesta por 85 sujetos, cuenta con una media de edad de 75 años y 5 meses. La proporción de hombres y mujeres es prácticamente igual, con promedios de edad similares para ambos grupos. Aquellos que eran más jóvenes pertenecían a la condición de casados representando la mayor parte de la muestra (64,7%) y los que contaban con una media de edad superior correspondían a la condición de viudos (27,1%) siendo estos grupos los mayoritarios; solteros y separados representaban un pequeño porcentaje del total. Estos datos son similares a los encontrados en el barómetro sanitario de 1999 (Abellán, A., 2002), en esta distribución se observa un descenso de solteros y viudos y un aumento de los casados. Prácticamente todos los sujetos casados vivían en pareja. En el caso de los viudos, la mayor parte de ellos eran de sexo femenino por la mayor esperanza de vida, por la costumbre social de que el varón tenga mayor edad que la mujer al casarse, tal y como apunta Abellán (2002); o por la educación sexual recibida que niega de alguna forma la posibilidad de establecer nuevos lazos afectivos tras la pérdida de pareja. Las mujeres mayores tienen casi cuatro veces más probabilidad de ser viudas que los varones (Abellán, A. 2002). La mayoría de las personas viudas viven o bien solos, o bien con algún familiar datos que vuelven a ser concordantes con los encontrados en el barómetro sanitario de 1999 (Abellán, A., 2002). Mayoritariamente pertenecen a un nivel socioeconómico medio-bajo y cuentan con estudios primarios. Un 11,76% tienen estudios superiores siendo las mujeres las que poseen una mayor formación. El 72,6% manifiestan tener una vida social muy activa o bastante activa, estos datos pueden estar limitados y sobreestimar la actividad social ya que la muestra pertenece a sujetos que acuden a Casales de la Generalitat de Catalunya de forma habitual para realizar diferentes actividades.

El 70% de los sujetos encuestados mantienen relaciones sexuales en la actualidad, la mayor parte de ellos con frecuencia semanal o mensual. Este porcentaje es similar al encontrado por Quesada, A. y Traba, E. R (1996) y por López, R. et al (2006).

Se observa que a medida que aumenta la edad disminuye la frecuencia de actividad sexual, como en la mayoría de estudios realizados hasta la fecha (Masters, W. H. et al, 1995; Moioli, B., 2005). Así los que manifiestan tener relaciones sexuales a diario cuentan con una media de edad de 68,5 años y los que nunca practican sexo tienen una media de 75,74 años.

En la ausencia de actividad sexual influye el estado civil. La mayor parte de los que no practican sexo son viudos, siendo la mayoría mujeres que tal y como se ha comentado anteriormente, debido a factores como la educación sexual recibida, o la falta de contacto social, no establecen nuevas relaciones íntimas tras la pérdida de la pareja (Pfeiffer, 1989).

La actividad sexual está centrada básicamente en el coito para los sujetos más jóvenes y con frecuencia de actividad sexual mayor y en los besos, caricias y abrazos a medida que aumenta la edad y disminuye la frecuencia de actividad sexual (Brestschneider, J. G. y McCoy, N. L., 1988). Este hecho también se puede asociar a la convivencia con la familia extensa y a un nivel menor de privacidad (Cibeles Lorenzo, 2004). Las prácticas masturbatorias y el sexo oral son minoritarias en la muestra estudiada a diferencia de los resultados obtenidos por Kaiser, F. E. (1996).

Aquellos que refieren sentirse más satisfechos sexualmente son los que practican el coito con más frecuencia. Parece entonces, que la incapacidad para realizar esta práctica es uno de los factores que lleva a la abstinencia sexual y aunque sea compensada con otras prácticas se traduce en un menor nivel de satisfacción ya que tiende a compararse con el desempeño sexual en la juventud (García, 2005; Alonso, J. M; Martínez, B; Díaz, M. D., Calvo, F.; 2004).

La principal función otorgada a la sexualidad tiene que ver con la función comunicativa-afectiva resultado que es concordante con el de Ríos, G. L. C., Flores, E. J., Perea, X., Pizarro, M. y Aracena, A. (2003) y que se asocia a un nivel socioeconómico medio-bajo, como en el caso de la muestra estudiada, en el que el 98,78% pertenecían a este rango económico.

El 63,5% de los sujetos manifestaban desacuerdo con la creencia de que la sexualidad en la vejez es innecesaria y perjudicial para la salud (Cibeles Lorenzo, 2004). Se observa que a medida que aumentan las creencias erróneas y los prejuicios hay una menor o nula frecuencia de actividad sexual.

En general tienden a valorar positivamente su estado de salud encontrándose relacionado con la pertenencia a un nivel socioeconómico más elevado (Fernández, N., Clúa, A., Báez R.M, Ramírez, M. y Prieto, V; 2000). Uno de los principales factores estresores en esta edad es el factor económico. Parece evidente, entonces, que si este factor tan importante está cubierto hay una mayor percepción de salud (López y Olazábal, 2005). También tienden a sentirse satisfechos con su imagen corporal, sobre todo aquellos que mantienen una vida socialmente activa. Esta satisfacción también tiene relación con un mayor nivel de satisfacción sexual en la vejez.

Mayoritariamente valoran la educación sexual recibida como negativa. Los que la valoran como positiva tienden a sentirse más satisfechos con su sexualidad en la juventud.

Ni la valoración del estado de salud, ni la educación sexual recibida, ni la valoración de la satisfacción sexual en la vejez mantienen una relación estadísticamente significativa con la frecuencia ni con el tipo de actividad sexual aunque se observa una tendencia que indica que, a medida que se sienten más satisfechos con el estado de salud y con la satisfacción con la imagen corporal, aumenta la frecuencia de relaciones sexuales. Al revés ocurre con la valoración de la educación sexual recibida, aquellos que tienden a sentirse más satisfechos con la información recibida mantienen una menor frecuencia de actividad sexual. Esto podría explicarse porque la educación sexual que han recibido se centra en la procreación y en la edad joven y adulta y niega la sexualidad en la vejez (López y Olazábal, 2005).

La jubilación no ha repercutido en la satisfacción marital en la mayoría de los encuestados (56%), sólo un 14,6% mencionan que ha empeorado frente al 25,6% que creen que ha mejorado, esto puede deberse a que la muestra escogida pertenece a casales de barrio y mantienen una vida social más activa preservando la red de relaciones sociales.

En cuanto a la percepción de influencia de los diferentes factores en la actividad sexual, el factor que perciben como más influyente es la actual organización de los centros geriátricos, cuyas normas dificultan la privacidad (López y Olazábal, 2005) refutando la hipótesis de partida que suponía que el factor que percibirían como más influyente sería la salud. A pesar de ello, los hombres perciben una mayor influencia del estado de salud que las mujeres, muy probablemente, por las dificultades en la erección.

Únicamente la percepción de influencia del estado civil en la actividad sexual está relacionada con la frecuencia de actividad sexual. Los que creen que influye de forma importante son solteros y viudos que a su vez se sienten menos satisfechos sexualmente. Esto está en concordancia con los resultados obtenidos por Starr y Weimer (1981), citados en López y Olazábal (2005), en los que apuntan que los mejores predictores individuales del comportamiento sexual en los ancianos son su sexualidad previa y la disponibilidad de pareja.

La percepción de influencia de la satisfacción con la imagen corporal en la actividad sexual está relacionada con el tipo de actividad. Aquellos que perciben más influencia practican más la masturbación y el coito.

El hecho de que no perciban la educación sexual recibida como un factor influyente en la actividad sexual podría explicarse por el hecho de que ha ido ligado a un conocimiento adquirido a través de la relación de pareja que ha permitido compensar de alguna forma la deficiente información recibida (Ríos, G. L. C., Flores, E. J., Perea, X., Pizarro, M. y Aracena, A.; 2003).

Tienden a valorar de forma más satisfactoria la sexualidad en su juventud que la actual. De todas formas un 36,2% manifiesta sentirse bastante o muy satisfechos con su sexualidad actual. La mayor satisfacción sexual en la vejez depende de factores como el disponer de una pareja, valorar positivamente la imagen corporal, mantener relaciones sexuales y mostrar menos prejuicios. A su vez, aquellos que se sienten más satisfechos sexualmente en la vejez son partidarios de recibir información sobre sexualidad.

A pesar de que un 60% de los encuestados no asistiría a un curso sobre sexualidad encontramos un 39,8% de sujetos que desearían asistir. La edad influye de forma importante, así los sujetos de menor edad son los que demandan información, es decir aquellos que disponen de pareja, mantienen una vida sexual activa y dicen sentirse más satisfechos con su sexualidad en la actualidad.

Las personas mayores que carecen de información a cerca de los cambios normales en las funciones sexuales causadas por la vejez, pueden adoptar actitudes equivocadas e incluso abstenerse de la práctica sexual. Parece importante entonces, crear programas de orientación sexual que permitan satisfacer sus necesidades cuando aún manifiestan actividad sexual ya que, posteriormente, la mayoría no presenta ninguna motivación por recibir esta tipo información.

Tal y como demuestra el último estudio realizado por López, R. et al. (2006) la sexualidad en la vejez sigue siendo un tema tabú para los profesionales de la salud. Sólo un 8,8% de los médicos preguntan por este tema a sus pacientes ancianos.

Por tanto, los programas de educación sexual en la vejez deberían estar orientados tanto a las personas mayores, como a profesionales de la salud, familiares y a la sociedad en general.

Por último y para finalizar se incluyen los objetivos que Sánchez, F. y Olazábal, J. C. (2005) proponen en su libro «Sexualidad en la vejez» y que deberían alcanzarse mediante los programas de educación sexual:

1.   Fomentar la expresión de los problemas sexuales por parte de los ancianos teniendo en cuenta sus intereses y sus creencias.

2.   Dar a conocer los cambios normales ligados al proceso de envejecimiento normal para que sean capaces de interiorizarlos, adaptarse sin dificultades y tengan expectativas reales.

3.   Aportar una nueva visión de la sexualidad no limitada al coito, a la procreación, al matrimonio, a las manifestaciones heterosexuales y a los varones.

4.   Erradicar las falsas creencias de los ancianos, de sus familiares, de los profesionales y de la sociedad en general.

5.   Remover las dificultades psicosociales que limitan la sexualidad en la vejez (resistencias de los hijos, barreras institucionales, etc.)

6.   Favorecer que las personas mayores tengan unos vínculos estables y una red de relaciones sociales amplia.

 

AGRADECIMIENTOS

Me gustaría agradecer la colaboración de todos los Casales participantes en el estudio y a sus respectivos responsables: Carmen Santodomingo, Cristina Callico, Manuel Giraldo, Diego Sánchez, Alfredo, Cristina Puentes y Álex Sierra.

También a Agustí Vilà i Segura y a Marta Cabana de la Secretaria d’Acció Ciutadana de la Generalitat de Catalunya, por facilitarme el permiso para acceder a los diferentes centros. A la coordinación del Máster, en especial al Dr. Manel Sánchez Pérez, Psiquiatra y coordinador de la Unidad Psicogeriátrica Socio-Sanitaria del Sagrat Cor de Martorell.

A Sílvia Edo Izquierdo psicóloga y profesora del Departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la Educación de la UAB y Pau González Sánchez Doctor en Biología del Departamento de Biología celular, Fisiología e Inmunología de la UAB, por su apoyo incondicional y por sus sabios consejos. A Carlos Muñoz, licenciado en psicología por la UB, a Adrián Macía, licenciado en física por la UB y Blanca Rey, licenciada en psicología por la UB, por el interés que han mostrado en esta investigación, por sus conocimientos de estadística y sobre todo por todo su apoyo moral.

Por último a todas aquellas personas que han participado de forma voluntaria y desinteresada y que han hecho posible esta investigación. Muchas gracias a todos ellos, en especial, a mis padres Ramón Cabrera Soto y María Barbero Zapata por ser los primeros en ofrecerse a participar en la investigación.

Mi más sincero agradecimientos a todos ellos.

 

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ANEXO

Anexo I

Edad:_______________                Fecha: ____________

Sexo: Hombre  Mujer

Estado civil:              Casado/a          Soltero/a

                 Separado/a     Viudo/a. Indique desde cuando ___________

Nivel socioeconómico: Alto   Medio   Bajo

Nivel de estudios: Educación primaria    Educación superior

 

Este cuestionario es totalmente anónimo. Las preguntas versan sobre la sexualidad en la vejez y otros aspectos relacionados. Por favor, intente contestar de la forma más sincera posible y recuerde que sólo puede marcar una opción en cada pregunta

 

¡MUCHAS GRACIAS POR SU COLABORACIÓN!

 1.  ¿Cómo valoraría su estado de salud en la actualidad?

      h Muy bueno                                        h Más bien malo

      h Bastante bueno                                  h Francamente malo

      h Regular

 2.  ¿Toma algún tipo de medicación?

      h Sí. Indique cual ____________________  h No

 3.  ¿Hasta qué punto cree que su estado de salud influye en su actividad sexual?

      h Influye mucho                                     h Influye un poco

      h Influye bastante                                  h No influye nada

      h Ni mucho, ni poco

 4.  ¿Como valoraría la educación sexual que recibió en su juventud?

      h Muy buena                                         h Más bien mala

      h Bastante buena                                  h Francamente mala

      h Regular

 5.  ¿Cree que la educación sexual que ha recibido ha influido de alguna manera en sus relaciones sexuales?

      h Ha influido mucho                               h Ha influido un poco

      h Ha influido bastante                            h No ha influido nada

      h Ni mucho, ni poco

 6.  ¿Cómo ha repercutido su jubilación o la de su pareja en su relación afectiva?

      h Ha mejorado                                      h Ha empeorado

      h No ha afectado

 7.  ¿Hasta qué punto cree que su estado civil afecta a sus relaciones sexuales?

      h Afecta mucho                                     h Afecta un poco

      h Afecta bastante                                  h No afecta

      h Afecta regular

 8.  ¿En qué grado se siente satisfecho/a con su imagen corporal?

      h Muy satisfecho/a                                h Poco satisfecho/a

      h Bastante satisfecho/a                         h Nada satisfecho/a

      h Ni mucho, ni poco

 9.  ¿Hasta qué punto cree que influye en su sexualidad su satisfacción con su imagen corporal?

      h Influye mucho                                     h Influye un poco

      h Influye bastante                                  h No influye nada

      h Ni mucho, ni poco

10.  ¿Mantiene una vida socialmente activa (va al cine, teatro, casales de barrio, viajes, sale con amigos/as)?

      h Muy activa                                         h Poco activa

      h Bastante activa                                  h Nada activa

      h Ni muy activa, ni poco activa

11.  ¿Actualmente con quién vive?

      h Vive solo/a                                         h Vive con algún familiar

      h Vive en pareja

12.  ¿Cómo cree que afectaría a sus relaciones afectivas y sexuales la actual organización de la mayoría de residencias geriátricas donde no hay habitaciones individuales y existe una división por sexos?

      h Afectaría mucho                                 h Afectaría un poco

      h Afectaría bastante                              h No afectaría

      h Afectaría regular

13.  ¿Hasta qué punto está de acuerdo con la siguiente afirmación: «La sexualidad en la vejez es perjudicial para la salud e innecesaria»?

      h Estoy muy de acuerdo                        h Un poco de acuerdo

      h Estoy bastante de acuerdo                  h Nada de acuerdo

      h Regular

14.  ¿Como valoraría las relaciones sexuales de su juventud?

      h Muy satisfactorias                              h Poco satisfactorias

      h Bastante satisfactorias                       h Nada satisfactorias

      h Ni mucho, ni poco

15.  ¿Actualmente con qué frecuencia mantiene relaciones sexuales?

      h Cada día                                            h Una vez al año

      h Una vez a la semana                          h Nunca

      h Una vez al mes

16.  ¿Qué tipo de práctica sexual realiza Vd. en la actualidad con más frecuencia?

      h Coito                                                 h Sexo oral

      h Masturbación en solitario                    h Besos, caricias, abrazos

      h Masturbación en pareja                       h Otras. Indique cuál _________________

17.  ¿Indique el grado de satisfacción de sus relaciones sexuales actuales?

      h Muy satisfactorias                              h Poco satisfactorias

      h Bastante satisfactorias                       h Nada satisfactorias

      h Ni mucho, ni poco

18.  ¿Indique cuál es para Vd. la principal función de la sexualidad?

      h Función erótico-placentera                  h Función comunicativa-afectiva

      h Función reproductiva

19.  Si tuviera la oportunidad ¿asistiría a un curso sobre la sexualidad en la vejez?

      h Sí                                                      h No

¡¡MUCHAS GRACIAS POR SU COLABORACIÓN!

 

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