Informaciones Psiquiátricas - Primer trimestre 2010. Número 199

¿Por dónde seguir investigando en psicopatología?

 

José Manuel García Arroyo

Psiquiatra. Profesor Asociado. Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Sevilla.

 

María Luisa Domínguez López

Psicólogo clínico. Centro de Salud Mental de La Palma del Condado (Huelva).

 

Recepción: 04-09-09 / Aceptación: 28-01-10

 

RESUMEN

Las nuevas tendencias dentro de la psiquiatría le están quitando a la psicopatología el protagonismo que siempre ha tenido, alejándose esta última de las pretensiones de los autores clásicos que la fundaron como ciencia. En este artículo pretendemos darle su lugar y, sobre esta base, desarrollar una metodología apta para investigar en su campo y que ya hemos utilizado en algunos casos antes con resultados satisfactorios.

 

Indagar en este terreno nos lleva a la observación y recogida del discurso del paciente en estado natural, sin interposición de nada y sin forzarlo. Ahora bien, la observación implica siempre que quién la realice se encuentre en una posición en la que no pueda «contaminar» el material recogido con sus conocimientos, creencias, valoraciones o incluso preocupaciones. Para lograr esta asepsia, el observador se colocará en una actitud en la que no presupondrá absolutamente nada, al tiempo que se abstendrá de cualquier juicio previo; de no actuar así, lo obtenido será aquello que ya se conoce, cayendo inexorablemente en la repetición.

 

Lo descubierto tiene siempre un carácter novedoso que provoca cierta conmoción o asombro al ser hallado y su estatuto epistemológico es de «pendiente de asimilación». Finalmente, resta indicar que al material obtenido es po-sible aplicarle métodos formales, pero tienen que ser cualitativos y, para ello afortunadamente, las matemáticas modernas cuentan con numerosos modos de trabajar de este tipo.

 

Palabras clave

Psicopatología. Metodología científica. Síntomas. Ciencias humanas. Formalización. Lenguaje.

 

ABSTRACT

The current trends in psychiatry are taking off the psychopathology the leadership that it always has had, to distance themselves from the classical pretensions of the authors who founded it as a science. In this work we try to give it its place, so we are developing the methodology which should be used in order to examine the psychic symptoms, used previously by us with satisfactory results.

 

In order to investigate in this field we are led to the observation and collection of the patient’s speech in this natural environment, without being forced to express himself.

 

Now then, observation implies for the person who is taking it to remain in an objective position in order to not «infect» the research by being influenced by his knowledge, beliefs, evaluation or even his worries. In order to achieve this purification the observer will place himself in a distant position in which he will not assume anything, avoiding at the same time giving an early verdict; the consequences of not acting like that is coming back to what is already known, that is, returning inevitably to repetition. It is added to the matter that the research this study is based on is complex as well as having to divide it into small pieces; this is something which happens in a spontaneous manner when the act of speaking takes place, since any given speech proposes a peculiar characteristic of the issue.

 

What is discovered has an innovative quality that may provoke either shock or astonishment once it is found out and whose statute is «waiting for assimilation».

Eventually, needless to say that the formal methods can be applied to the obtained material in this research, but it is important to clarify these need to be qualitative too. For that reason, fortunately, modern mathematics rely on diverse ways which deal with this type of methods.

 

Key words

Psychopathology. Scientific metho-dology. Symptoms. Human sciences. Formalization. Language.

 

 

1. INTRODUCCIÓN

La psiquiatría, tras independizarse como especialidad médica con el notable esfuerzo de Emil Kraepelin, al postular el trastorno mental como enfermedad en el sentido médico tradicional, inició su andadura como ciencia independiente adoptando objeto y metodología propios. Pero, esta disciplina in statu nascendi requirió de una base sólida sobre la que asentarse y la halló en la psicopatología. Se entiende por esta última el soporte científico de la psiquiatría, ya que la dota de un saber y de una coherencia en las actuaciones, sin los cuáles se convertiría en una mera técnica.

Estas directrices, que Jaspers1 tenía bastante claras, en el momento presente no son aceptadas por unanimidad, dado que en nuestra especialidad se han planteado una serie de posturas alternativas en las que:

a)  El saber psicopatológico puede sustituirse por fórmulas fáciles de aplicar, como son los actuales «criterios diagnósticos» o por acúmulos de datos empíricos procedentes de distintos campos sin apenas elaboración.

b)  Se realizan mediciones exageradas de los síntomas que no permiten siquiera la escucha del paciente, base del registro sintomático o, incluso,

c)  se producen incursiones constantes en el sistema nervioso desviándola en la dirección de un «manual de neurología» para psiquiatras.

En esta aportación queda claro que intentamos darle a la psicopatología su verdadero alcance, devolviéndola al plano de los fenómenos psíquicos y pensando que no se trata de un territorio definitivamente acabado, tras las minuciosas descripciones de los autores clásicos. En este sentido, procuramos concederle la apertura suficiente como para presentar un método factible de investigación que pueda aportar nuevos datos.

Antes de pasar a abordar el método, consideramos preceptivo definir su «objeto de estudio» y lo hallamos en las producciones sintomáticas del paciente pero conectadas a su «interioridad» o «espacio subjetivo», donde se organiza cualquier sentido sobre el síntoma. Ahora bien, la «subjetividad» no puede captarse de forma directa, teniendo que recurrir a las manifestaciones externas, entre las que contamos con el lenguaje en su vertiente «expresiva», dentro de las funciones que le asignó Jakobson2; así, el material subjetivo queda formalizado mediante el lenguaje articulado capaz de ser captado por el interlocutor.

Añadimos que el lenguaje no sólo es expresivo sino también «constitutivo», quiere decir que nos organiza como sujetos; se trata de un postulado muy útil que los desarrollos de la semiótica3, 4 y estructuralistas5-21 nos han legado. Básicamente, en estos planteamientos el hombre queda impregnado por los códigos culturales que marcan prácticamente todos sus comportamientos y, actos que en principio podían en-tenderse como «naturales» (p. ej. comer) pasan a insertarse en un sistema de signos (p. ej. se come en determinado restaurante para aparentar). En este contexto los actos humanos, incluso los sintomáticos (p. ej. una crisis histérica), son entendidos como «significantes»5-11, 22, 23.

Hablamos, por consiguiente, de un objeto de estudio bastante particular que no puede abordarse como la física hace con el suyo, implicando la necesidad de un tratamiento distinto. Recordemos cómo el neopositivismo relegó al lugar de las «pseudociencias» a todas las disciplinas que estudiaban al hombre (antropología, sociologia, psicología...), por no emplear la experimentación y la cuantificación, desoyendo a aquellos autores que habían distinguido claramente entre «ciencias naturales» y «culturales»24, 25 que tan buena acogida tuvieron en psiquiatría1, 26.

En la investigación psicopatológica no es factible la experimentación, de ahí que la metodología que se utilizó en sus comienzos fuera la observación y descripción de los hechos27, que se siguió del método fenomenológico, cuya acta de nacimiento se encuentra en las indagaciones filosóficas de Husserl28 y cuyo mérito fue captar la experiencia interna y hacer de ella materia científica. En cuanto a la cuantificación surge como consecuencia del auge de los psicofármacos, que produjeron cambios suficientemente importantes como para ser puntuados, creándose las escalas de medición de síntomas29; pero, cuando consideramos la subjetividad como tal, al ser de naturaleza representacional, no admite métodos matemáticos basados en la numeración ya que no cumple los «axiomas de Peano», como ya probamos en otro lugar30-32.

En la ciencia contemporánea se piensa que el tipo de realidad a conocer determina el procedimiento a seguir, de ahí que cada disciplina debe diseñar la metodología apropiada para su problemática particular, siendo el requisito necesario la elaboración de un conocimiento fundamentado, demostrativo, normativizado y que llegue más allá del saber ordinario («doxa»); en esta línea, al material obtenido de los pacientes se le puede aplicar procedimientos formales pero no deben emplear la numeración, con la salvedad de que la exactitud cualitativa no es de rango epistemológico inferior a la cuantitativa27.

 

2. PROPUESTA METODOLÓGICA PARA INVESTIGAR EN PSICOPATOLOGÍA

Una vez presentadas estas cuestiones preliminares, es el momento de mostrar el camino con el que alcanzar nuevos hallazgos, confirmar algunos ya existentes, hacer más coherentes los que tenemos y/o desechar datos o relaciones que no tienen trascendencia alguna. El diseño que presentamos consta de una serie de pasos que deben ser respetados cuidadosamente siendo de aplicación generalizada, lo que indica que puede ser empleado en gran número de cuadros clínicos (bipolares, obsesivos, fóbicos, etc.) y por cualquiera que lo ponga en práctica, condición establecida por Descartes en su Discours de la méthode33.

Dado que un método consiste en un orden que se pone de manifiesto en un conjunto de reglas destinadas a hallar enunciados verdaderos, veremos cuáles son éstas, pero siempre recordando que no nos salimos del plano psíquico y nos hallamos en un terreno cualitativo.

2.1. Características de la observación

El objeto de estudio es el paciente que atendemos sobre quién vamos a trabajar un aspecto concreto, psicológico o psicopatológico, un síntoma o un comportamiento. Cualquiera de ellos viene expresado fundamentalmente en palabras, por tanto, será su discurso lo que tenemos que observar y tratar de registrar lo más fielmente posible. Se entiende por «discurso» cualquier cosa dicha o comunicada mediante signos, pudiendo consistir estos últimos en palabras, actos, movimientos, conductas o incluso, otras producciones como: escritos, dibujos, postura, mímica, gestos, etc., dado que cualquiera de ellos contiene una dimensión significante que el consultante muestra ante el especialista, mediante la que expresa algo a alguien.

La observación y recogida del discurso se ha de realizar en la consulta y no en otro lugar (domicilio particular, cafetería...), contándose con el mínimo material posible (bolígrafo y papel) y evitando cualquier otro medio que pueda interferir en la captación del material sígnico (cámaras, grabadoras, escalas, etc.). Cualquiera de ellos puede modificar las ma-nifestaciones del enfermo, que sabe lo están grabando y supone la presencia de «otras miradas» que podría presentir inquietantes. Se pretende registrar el discurso sin la interposición de nada, obteniéndose en estado natural, tal como se produce espontáneamente o bien, en respuesta a ciertas preguntas aclaratorias.

Aunque las entrevistas no tienen limitación temporal, no deben ser ni demasiado extensas (más de una hora) ni demasiado cortas (menos de 30 minutos), pero sí deben finalizar en cuanto se produzcan signos de agotamiento en el encuestado y/o nos topemos con fenómenos difíciles de indagar en ese momento por algún bloqueo del discurso (ej. el paciente se halla demasiado preocupado con la idea de que su familia no viene a visitarlo y su expresión se vuelve repetitiva); en tales casos, es mejor dejarlo y retomar la entrevista en el momento más propicio. No se producirán forzamientos de ningún tipo, esto es, no se insistirá para que revele contenidos de los que no quiere (o no puede) hablar en ese momento; saber esperar aquí es la mejor estrategia.

Una pregunta importante es si el observador influye en lo observado. En física se creía que esto era imposible, dado que la realidad es «objetiva» o independiente de quién realiza el experimento, pero la física cuántica ha de-mostrado su clara implicación y no sólo en la interpretación de los resultados. En nuestro terreno la presencia del médico es notada singularmente por el paciente, fenómeno que Freud bautizó con el nombre de «transferencia». Querámoslo o no, siempre el consultante va a desarrollar hacia el profesional que lo atiende afectos y emociones de tonalidad «positiva» o «negativa» y, si se produce el segundo caso, habría que explicitarlos en la entrevista para que no progresen y puedan pasar al acto. Esto que decimos parece bastante complejo, pero resulta obvio: uno de los temores básicos de los pacientes es al rechazo en cualquiera de sus formas (ej. ser criticado, no respetado, menospreciado, ata-cado, culpabilizado, etc.), lo que puede manifestarse claramente en la consulta y al ser interpretado (p. ej. aquí no se le va a criticar como en su casa) logramos que se tranquilice y la investigación y/o la relación médico-paciente continúe sin más interferencias.

La observación puede realizarse de modo coincidente con la práctica psiquiátrica, es decir, que es posible estudiar al paciente mientras lo estamos tratando, p. ej. durante su internamiento en una Unidad de Agudos, como hemos hecho con pacientes esquizofrénicos34-38; conviene entonces separar las entrevis-tas exploratorias y terapéuticas de las que son propiamente investigadoras. Del mismo modo, es factible indagar en el seno de un proceso psicoterapéutico, como hemos realizado nosotros con pacientes distímicas39, 40, dismenorreicas41 y mastectomizadas42, 43 pues en este contexto, al tener como objetivo precisamente el discurso del enfermo, se pueden entresacar numerosos enunciados que dan cuenta de cómo se disponen los diferentes elementos subjetivos del asunto tratado.

2.2. La repetición de la observación

Aunque hemos afirmado antes que el experimento carece de importancia aquí, sí que la posee la repetición de las observaciones que, obviamente, no puede considerarse de naturaleza experimental. En este sentido, para observar (y registrar) el discurso de quién nos consulta no hace falta someterlo a ninguna prueba, colocarlo en una situación concreta, modificar variable alguna o uti-lizar aparatos. Es más, cualquiera de ellos, podría convertirse en una verdadera distracción de los objetivos de la investigación.

Se trata entonces de volver a aquella situación en la que se recoge el material sígnico espontáneo que el consultante articula en nuestra presencia. Este proceder muestra dos frentes:

a)  Nuevas observaciones con el mismo paciente. Normalmente en una sola entrevista, tenga la duración que tenga, no es posible dirimir muchos de los sucesos discursivos relacionados con el asunto sometido a estudio. Las sucesivas entrevistas añaden nuevos matices o completan los resultados obtenidos con otros que no contábamos.

b)  Observaciones del mismo síntoma o proceso en otros pacientes. Los nuevos casos también pueden aportarnos cualidades diferentes a las halladas con uno solo. Análogamente, puede determinarse aspectos comunes existentes en los distintos encuestados respecto al mismo síntoma.

A priori resulta imposible saber cuántos enfermos hay que entrevistar para conseguir una observación adecuada y sacar consecuencias válidas, pues es una cuestión a concretar dependiendo del problema, los pacientes con los que contamos y en relación al investigador. Aunque se determine de modo claro y preciso el problema a tratar, no tiene por qué hallarse adecuadamente formulado en los encuestados; antes al contrario, la experiencia muestra que tan pronto como intentamos indagar algo, existen numerosas barreras que se oponen a una articulación clara del asunto sometido a estudio. Dicho de otra forma, el sujeto investigado no nos va a dar fácilmente el material verbal propicio revelador del problema, que pudiera sernos de máxima utilidad en nuestra composición. Por contra, va a producir en las entrevistas abundante material de desecho o «enunciados inútiles» que no nos sirven en nuestra empresa; precisamente por eso, las observaciones tienen que ser numerosas y el médico armarse de paciencia para poder entresacar los «enunciados útiles» que resultan trascendentes en el proceso.

Las razones por las que aquellos que estudiamos no muestran fácilmente datos reveladores sobre el núcleo del asunto tratado son variopintas, pudiendo suceder que el paciente no lo conozca; Ortega dijo: «no sé cuál es mi problema y ese es el problema». Puede ocurrir también que ciertos enunciados le sirvan para taponar el sufrimiento, creen entonces que se encuentran bien y que han dejado atrás experiencias en las que se han sentido vulnerables; trátase de un afán imposible debido a que todo aquello que se oculta vuelve a refluir, muchas veces acompañado de importantes manifestaciones emocionales (llanto, temblor, desconsuelo...). Hay que añadir a lo anterior, que quién acude a nosotros trae a la consulta una serie de «máscaras sociales», que le impiden la correcta expresión de cuanto le aflige, necesitando ser valorado y reconocido; en esta línea, realizan una especie de tanteo al entrevistador para ver cómo reacciona ante la expresión de algo que consideran vergonzante o culposo. Evidentemente, si se trabajan adecuadamente estas barreras irán cayendo lentamente lográndose entonces una relación armoniosa con él (rapport) y perfilándose la temática de modo progresivo, momento en el que irán apa-reciendo otros enunciados que poseen mayor interés para nosotros; para lograrlo, se precisa un tiempo que depende del propio consultante («tiempo subjetivo»).

Un criterio orientador sobre el número de entrevistas puede ser el siguiente: cuando el investigador se hace una gestalt del problema es el momento de interrumpir la saga de observaciones (p. ej. estudiando las reacciones de la mujer ante la comunicación del diagnóstico de cáncer de mama, llegamos a un punto en el que pudimos sistematizar dichas respuestas, teniendo en cuenta sus variaciones dependiendo del momento evolutivo y de su personalidad)42. No es posible fijar (obse-sivamente) un número concreto de entrevistas, pues ello rompería la espontaneidad de los hallazgos (y de la relación médico-enfermo).

Se supone, además, que en la gestalt conformada se encuentra uno o varios hallazgos de especial relevancia para la investigación y que ésta viene dada por lo novedoso del descubrimiento. Resulta útil, en este orden de cosas, la distinción que hace Lacan22 entre «saber» y «verdad»; el primero de ellos consiste en algo conocido, constituido, asimilado y repetitivo, mientras que la segunda se refiere a lo novedoso, desconocido, no dicho antes, que surge como sorpresa, altera y causa asombro. El descubrimiento siempre provoca conmoción, que se diferencia de la monotonía y acomodación que produce el saber instituido; añadimos que mientras la verdad sorprende, el saber se aprende (ver tabla I).

Así pues, el estatuto epistemológico de lo descubierto mediante la investigación resulta ser «pendiente de asimilación», de ahí que la mayoría de los descubrimientos, sobre todo si han chocado con el paradigma dominante, han sido rechazados frontalmente. Aquí tendríamos que recordar a Thomas Kuhn y su «estructura de las revoluciones científicas»44.

El saber previo, como veremos a continuación, puede funcionar como un verdadero «tapón» para adquirir un conocimiento nuevo, de ahí que en la investigación tengamos que tomar una posición intermedia entre ignorancia y conocimiento. Aristóteles dejó escrito que «todos los hombres desean por naturaleza conocer», pero habría que añadir: «si no entra en contradicción con el sistema constituido de saberes». Esto no quiere decir que necesariamente lo hallado en la investigación tenga que chocar con los planteamientos imperantes, ni tampoco que el material obtenido no pueda articularse al saber previamente acumulado, pero esto tendrá lugar en un segundo movimiento y se establecerán las condiciones para dicha asimilación.

2.3. La «descontaminación» de la observación

Da la impresión, por lo expuesto hasta ahora, que la observación y registro discursivo es algo bastante sencillo y no es así, pues observar es un fenómeno complicado que requiere una auténtica preparación. Esto se debe a que dicha actuación se ve afectada por quién la realiza y tiene que «descontaminarse» para que se dé en ella el máximo grado de pureza. No es posible seguir avanzando si no sabemos cuándo un material observacional puede verse contaminado y de qué.

Denominamos así a cualquier inferencia por parte del psicopatólogo sobre el material recogido en el momento en que hace la observación, debido a sus esquemas, modelos o ideas preexistentes de tal forma que, cuando cualquiera de ellos interviene, el producto queda completamente deformado. De ahí que en numerosas ocasiones, el resultado tiene que ver más con interpretaciones del propio investigador que con la realidad del paciente. Montaigne decía que «la palabra es mitad de quién la dice y mitad de quién la escucha».

Algunos efectos evidentes de cuánto decimos son los siguientes: dejar de atender determinados segmentos del discurso, añadir material propio a lo que se ha expuesto, desviar un tema sin acabarse, dar por terminada la entre-vista antes de que el encuestado exponga su punto de vista, apresurarse a introducir el material verbal del paciente en alguna de las casillas teóricas aprendidas (p. ej. en un determinado concepto psicopatológico o categoría diagnóstica), hacer comprensible la discursiva del estudiado, cerrar las expresiones con argumentos propios (p. ej. «con esto quiso decir que...», «está claro que pretendía...», «lo interpreto como...»), etc. Puede entenderse que son manifestaciones muy frecuentes y que re-sultan tranquilizadoras para quién las efectúa.

El sujeto-problema presenta ante nosotros un material verbal que suele ser irreflexivo, se halla desorganizado, no está fundamentado o es contradictorio. En una palabra: no tiene por qué ser fiel a nada y eso hay que aceptarlo tal como es, para poder registrarlo adecuadamente pues, si no se hace, se le puede dar una forma acabada a algo que no tiene esa terminación tan definida. De ahí se sigue, que una cualidad importante del investigador en psicopatología tiene que ser desarrollar tolerancia a la ambigüedad natural que muestran muchas expresiones de sus enfermos o bien, aceptar que tras afirmaciones de éstos notablemente seguras o precisas se encuentra una gran ambigüedad o una falta de sustentación. Esto se debe, insistimos, a que no es un material procedente de una reflexión cuidadosa e introspectiva, sino que son enunciados que aparecen de forma intempestiva.

Detrás de las deformaciones de la escucha expuestas encontramos:

a)  Referencias al organismo. Si durante el proceso se hacen alusiones a éste, se está dejando de atender a un material verbal precioso, que es el referente al sujeto y sus experiencias, punto clave de la investigación. Nosotros no entraremos en una perspectiva dualista (separación cuerpo/mente, somatología/psicopatología), que queda superada por el análisis discursivo, afán que movió en sus propósitos tanto a Binswanger45 como a Freud.

b)  Referencias teóricas. Si se alude en la recepción de los enunciados, aunque sólo sea mentalmente, a cualquier esquema teórico preconcebido (psicológico, psicoanalítico, social, antropológico, etc.) dejamos de escucharlos y estaremos ante un sesgo del registro en una determinada dirección. En tal caso tomamos el camino de la repetición, pues si afirmo lo que sé de antemano, lo que hago es confirmarlo no formulando ninguna nueva proposición. No obstante, el modelo teórico del observador, que forma parte de lo que Kesselman llama el «Esquema Conceptual Referencial Operativo»46, puede emplearse en un momento posterior para pasar a una discusión fructífera sobre lo hallado.

c)  La ideología del observador. El sistema de creencias, al que llamamos «ideología», tiene un gran peso en el proceso indagatorio pudiendo desviar el sentido del mismo. Cuando imprime su sello particular al material conseguido hablamos de «valoraciones», en lugar de «observaciones», y consisten aquellas en afirmaciones no pertenecientes a lo hallado, caracterizadas por su contenido estético o moral de aceptación o rechazo. A los juicios de este tipo, que no poseen «valor de verdad», se les denomina «apodícticos» y tienen poca utilidad en la indagación, que debe caracterizarse por juicios sobre los hechos clínicos (o «apofánticos»).

La actitud «descontaminante» consiste en una escucha atenta del paciente, absteniéndose en todo momento de la presentificación de conceptos o juicios dados de antemano, tanto intelectuales como creenciales o valorativos. Trátase de una forma de proceder muy importante para el rigor de los resultados y representa una verdadera epojé, que significa «suspensión del juicio». Este término griego fue empleado por distintos filósofos de la antigüedad (Arcesilao, Pirrón, Sexto Empírico...) para referirse al «estado de reposo mental por el cuál ni afirmamos ni negamos» y resucitado en los últimos tiempos por el mismo Husserl28.

Aplicado a nuestra investigación, la «epojé» significa suspender todo pensamiento ante el paciente y registrar cuanto expresa dentro de esa «puesta entre paréntesis»; sólo mediante dicha actitud de no presuponer nada, bastante difícil por cierto, es como podemos liberarnos de la repetición de lo ya expuesto, del material leído en los textos. Mediante esta actuación se pretende, además, evitar cualquier proyección del mundo personal del psicopatólogo en el del enfermo, lo que daría lugar a interpretaciones falsas. Así, nuestro discurso quedará al margen de aquel otro emitido por el sujeto de estudio, de forma que no se haga un «codiscurso» o «discurso común» de carácter contaminante, sino que se muestre uno solo: el del sujeto que estudiamos. Este último es el que registramos y en momentos posteriores analizamos, estableciéndose una separación clara entre él y el investigador, dos subjetividades en relación pero no en intersección (ver figura 1).

Algo semejante a lo propuesto fue planteado de modo muy inteligente por Lacan22 cuando se preguntaba: «¿qué debe hacer el analista en la sesión de análisis?» y respondía: «olvidar lo que sabe»; y es que si recuerda lo que ya conoce, cae necesariamente en interpretaciones efectuadas con anterioridad. Si lo aplicamos al terreno de la investigación psicopatológica, el agente de la misma debe hacer desaparecer de su conciencia cualquier contenido, incluidas dificultades, preocupaciones, problemas o su historia personal, con lo que emergerá lo nuevo, lo que es descubrimiento, que provoca la sorpresa del investigador y a veces también la del paciente. En síntesis, para ser riguroso en una observación, hay que olvidarse de uno mismo y centrarse exclusivamente en las palabras de quién tiene delante.

2.4. Descomponer la complejidad

Cualquier experiencia psicopatológica que estudiemos se halla integrada por numerosos componentes subjetivos, de ahí que para investigarla haya que descomponerla en sus diferentes elementos (análisis). Esto se constata fácilmente en la gran cantidad de enunciados que obtenemos sobre una experiencia concreta, donde cada uno de ellos nos descubre una faceta particular de la misma. No obstante, hay que tener en cuenta las siguientes características de los enunciados recogidos:

a)  Aquellos que dan cuenta de las vivencias morbosas, los más interesantes de cara a la investigación y que plasman mejor lo que se está experimentando, no aparecen cuando nosotros queremos, sino que se presentan aleatoriamente. Esto se relaciona el deseo del sujeto de sentirse bien y dejar atrás (y olvidarse de) los momentos desagradables pero, a lo largo del proceso, se van a producir circunstancias en las que este mecanismo (defensivo) decae dejando paso a formaciones verbales de gran interés y que son las más útiles.

b)  Contienen expresiones que no suelen presentarse fuera del consultorio, debido a que quién las pronuncia muestra una clara censura de tales contenidos por razones diversas (p. ej. vergüenza, no preocupar a la familia, evitar el rechazo, etc.). Al constituirse el espacio clínico en un contexto no-crítico e imparcial el consultante puede mostrar espontáneamente, sin «censuras sociales», aquellas frases que se refieren a ciertas experiencias que normalmente no cuenta, de ahí que el contenido de las mismas pudiera parecer exagerado cuando en realidad no es así.

c)  A medida que avanzamos en el proceso investigador el enfermo va enriqueciéndose con material verbal, sobre todo si éste se superpone a una psicoterapia, en cuyo caso el análisis que realiza de sus experiencias se hace mucho más fino. Esto se debe a que el lenguaje muestra la particularidad de poder nombrarlas y al hacerlo las ordena y clarifica; dichas manifestaciones suelen mostrarse al principio de modo bastante confuso, tanto como para desbordar al paciente, pero a medida que avanza el proceso van saliendo de esta caótica presentación inicial. Miller47 habla al referirse a este fenómeno de «significantización». Evidentemente, que así suceda beneficia tanto al consultante, quien logra tranquilizarse, como al psicopatólogo, cuya investigación se llena de detalles insospechados.

2.5. Estructura del material obtenido

Los datos registrados tienen que mostrar cierta coherencia significativa, aunque ésta no se encuentre presente a primera vista, debido al gran aflujo de elementos captados o a que el paciente se muestra incoherente. Quiere decir, que cuánto expresa este último ha de tener cierto orden concordante, aunque se trate de un esquizofrénico disgregado o de un maníaco ideo-fugitivo; incluso, en la psicosis existe una «lógica interna» que la define como estructura clínica. Para hallar dicha organización se requiere muchas veces un notable esfuerzo intelectual por parte del investigador.

Hablamos, por consiguiente, de una estabilidad que tiene que mostrarse entre las mismas alocuciones del paciente, pero también entre las de éste y las de aquellas personas con las que convive (familia, pareja, amigos, etc.). El discurso de cualquiera de ellos es muy útil para nuestros propósitos, pues cumple las siguientes funciones: aporta material que el paciente ha olvidado o no quiere recordar, pone de manifiesto aquello que no quiere mostrar (p. ej. «actividades secretas»), revela aspectos particulares difíciles de registrar de otro modo (p. ej. comienzo o evolución del cuadro), muestra un punto de vista nuevo a lo que se está indagando que funciona como otro discurso sobre la misma persona, contrasta o confirma posturas del consultante llevando al descubrimiento de engaños, delirios, psicopatología oculta, etc.

Si hallásemos contradicciones en el discurso de aquel a quién estudiamos o entre éste y el de sus allegados, tendríamos que apelar a algo que se halla oculto o nos encontramos en presencia de (auto)engaños y proceder, si ello fuera factible y no lo perjudicara, a su desvelamiento. En el terreno que pisamos, las mentiras y engaños son muy frecuentes y es importante deshacerlos para desentrañar el núcleo del problema; es otro dato más a favor de lo complicado que resulta obtener «enunciados útiles» del enfermo. Precisamente, la ciencia consiste en hallar aquello que queda oculto a primera vista, yendo más allá del saber ordinario o doxa; en consecuencia, otra actitud metodológica necesaria consiste en estar dispuestos a encontrar la realidad oculta tras las apariencias.

2.6. Posibilidad de formalización

En general se considera que una teoría científica se encuentra más acabada cuanto más formalizada se halle; incluso Heidegger se pronunció diciendo que la ciencia es «la matematización de lo real». El hecho de que la psicopatología no admita métodos cuantitativos, no significa que a lo obtenido no podamos aplicarle algún tipo de lenguaje formal pues, como vamos a ver, contamos con métodos matemáticos que no emplean la cuantificación, entendiendo por tales aquellos que no utilizan el sistema de numeración y sus correspondientes axiomas (descritos por Peano).

A nuestro parecer, cuando en la investigación (y en general al recoger las manifestaciones clínicas de los pacientes) intentamos cuantificar los síntomas estamos distrayéndonos del propósito fundamental: conocer el estado del sujeto mediante el registro de su discurso y los componentes básicos del problema que estudiamos, que forman parte de su complejidad estructural. Ya indicamos previamente que ambas opciones no pueden realizarse al mismo tiempo y tenemos que elegir teniendo en cuenta que siempre perdemos algo, pues lo que se gana en «intensión» se disipa en «extensión», es decir, que al lograr más profundidad en el estudio se pierde superficie. Aquí «todo» no se puede tener, pero lo que a nosotros nos importa es conocer cómo se encuentra organizado el síntoma y sus conexiones y no saber la intensidad que muestra. Únicamente pensando de este modo es posible realizar el registro fiel de lo que está expresando el enfermo ante nosotros, pues no se puede a la vez cuantificar y estudiar al paciente con cierta penetración.

Sobre esta base se habla actualmente de las «relaciones de incertidumbre» aplicable a la psicopatología, pudiendo enunciarse de la siguiente manera: «mientras más exactamente se pretendan delimitar los síntomas (y su medida), menos lo será el establecimiento de las conexiones subjetivas de dichos síntomas y viceversa».

Forman parte de los métodos cualitativos, las siguientes disciplinas formales, que nosotros hemos utilizado con distintas manifestaciones sintomáticas:

a)  Matemáticas: teoría de conjuntos48, 49, relaciones de orden48, teoría de modelos50, álgebra binaria de Boole51 y topología52.

b)  Lógica clásica (de origen aristotélico y formalizada por Frege y Boole): lógica de enunciados, predicados, clases y relaciones56-59.

c)  Lógicas «no clásicas» o «divergentes» (rompen con la «lógica clásica» en alguno de sus postulados esenciales)60: modal61, temporal62, polivalente63, deóntica64, intuicionista, probabilística, erotética, de la acción, de las preferencias, del cambio, borrosa, de la creencia, con huecos libres, sin supuestos existenciales, de la relevancia, etc.

d)  Lógica y epistemología65, 66.

e)  Lingüística: semiótica3, 4, 67, semántica68, lingüística estructural2, 3, relaciones lingüística-lógica69, relaciones lingüística-matemáticas70 71.

Este vasto conjunto de conocimientos que utiliza algún tipo de escritura simbólica, con la que es posible realizar operaciones diversas, se constituye en sendas nuevas a la investigación psicopatológica, aspecto que casa muy bien con la interrelación que hoy en día se propone en el campo de las ciencias y que surge de los intereses confluentes entre disciplinas diversas. Pero, se ha de dar la condición de que la aplica-ción de cualquiera de estos métodos no distorsione el material obtenido del enfermo y tiene además, que servir para presentar los datos adecuadamente y poner de manifiesto su estructuración. Se espera que esta aplicación produzca una nueva intelección del problema sometido a estudio y reafirme su estatuto de objeto no mensurable y de carácter relacional.

 

3. DISCUSIONES Y CONCLUSIONES


En el presente artículo hemos resaltado el valor de la psicopatología en la práctica psiquiátrica, pues a través de ella esta última puede alcanzar su estatuto científico72; de no ser así, se corre el riesgo de actuar sin fundamentos teóricos y de ahí a trabajar por «ensayo-error» sólo hay un paso. Sin embargo, esto que está para nosotros tan claro no parece ser un pensamiento generalizado y hemos dado cuenta de las distintas posturas que pretenden que la complejidad de la mente enferma se transforme en algo eminentemente práctico, accesible y sin demasiadas complicaciones. Son ideas que encajan bastante bien con el pensamiento actual que induce a lo fácil, inmediato y superficial frente a lo profundo o que procure un saber.

Aunque la psicopatología ha cambiado poco desde sus albores no podemos pensar que sea una disciplina completamente cerrada a nuevas aportaciones; de ahí que la consideremos abierta a diferentes posibilidades pero para eso, hace falta partir de cierta inquietud sobre los conocimientos que poseemos, que aparece tan pronto como pensamos sobre nuestra práctica y los problemas que suscita; esto mismo llevó a Jung a decir que: «la ciencia necesita cierta inseguridad para poder subsistir». Con tales afirmaciones estamos pisando terreno socrático, dado que el gran filósofo de la antigüedad defendía la ignorancia como agente impulsor de cualquier movimiento de exploración y/o reflexión.

La investigación psicopatológica hecha por un psiquiatra en su consulta, no tiene más remedio que asentarse en el plano de lo psíquico, tal como es tradición en esta disciplina desde su inicio. Ciertamente, se nos escapan aspectos con los que un psiquiatra clínico no puede tratar en su medio habitual (genes, moléculas, poblaciones...), lo que no puede hacernos caer en el desánimo y mucho menos en el nihilismo pues contamos con poderosas herramientas para estudiar los síntomas con cierta penetración (lingüística, lógicas divergentes, topología, etc.).

En este contexto, ha sido preceptivo reformular el objeto de estudio de la psicopatología, que no es otro que el paciente y sus producciones sintomáticas, algo que puede extrañar a algunos dado que en muchos textos académicos se forcluye al sujeto que padece los síntomas. Dicha actitud parece más bien una teorización sin demasiados fundamentos pues cualquier psicopatólogo, lo exprese o no, cuando realiza la anamnesis de su paciente, intenta explorar aquello que se ha denominado de muchas maneras: «espacio interior», «mundo interno», «intus» o, más modernamente, «subjetividad», terreno del que la fenomenología hizo materia científica. Un complemento básico para comprender el objeto de la psicopatología lo rescatamos de la moderna semiótica, de cuño saussuriano3 y peirceano4, que entiende al hombre inmerso en un sistema de signos procedentes de la cultura, lo que permite comprender numerosas conductas que tienen la apariencia de ser «naturales».

Gracias a que la epistemología de la ciencia ha cambiado podemos incluir en su territorio un «objeto» como el que hemos definido; en tal sentido, los requerimientos de experiencia y metodología matemática para tratar los resultados tienen ciertas especificaciones aquí. Por supuesto, la experiencia no es igual a la experimentación, sino a la observación lo más aséptica posible y repetida, y la matematización sólo puede ser cualitativa. No nos debe extrañar esto pues son modos comunes de tratar con las «ciencias humanas», a las que se las calificó de «pseudociencias» y en las que contemplamos con estupor como algunas directrices han intentado enmendar objeto y método perdiendo lo más genuino de la persona, lo que la hace humana: la «subjetividad». En tal caso, se anula lo que es evidente per se: que tengo un «espacio» en mí, en el que imagino cosas, recuerdo escenas, me recreo en algo leído, siento mis frustraciones, etc. Desde que el neopositivismo ha caído en desgracia, aspecto del que muchos aún no se han enterado, y contamos con una moderna epistemología nadie puede negar el estatuto de ciencia para numerosas disciplinas, entre las que se incluye la psicopatología.

A partir de estas propuestas, que hay que tener bien claras, hemos intentado buscar caminos para alcanzar conocimientos novedosos, veraces e intersubjetivables acerca del síntoma y el sujeto que los padece, y hemos entresacado reglas que consideramos útiles y posibles de ser aplicadas a numerosos casos clínicos. Nuestro método se basa en la observación del discurso del paciente, único modo de acercarnos a su organización interna, que ha de hacerse mediante la escucha atenta sin presión y sin utilizar otros medios que sólo sirven de distracción (aparatos, grabadoras, encuestas...), procurando que el sujeto se sienta cómodo en un contexto libre de críticas. Pero, éste no nos va a dar fácilmente las claves del problema estudiado, unas veces porque no sabe cuál es y otras porque viene cubierto por el «manto social» que le impide expresarse con naturalidad. Dado que la investigación no es una confesión forzada ni nada por el estilo, nos armamos de paciencia para que las expresiones verbales sobre el drama secreto y oculto que viven emerjan («enunciados útiles») al tiempo que desaparecen otras que les sirven para ocultarse y protegerse («enunciados inútiles»), respetando en todo momento el timing del enfermo.

Cuando el psicopatólogo se aproxima a su «objeto» va cargado de sus propias representaciones (creencias, ideas, preocupaciones, conflictos...) que resultan peligrosas en la recogida de datos, pues pueden actuar como contaminantes sesgando el material que se plaga de in-terpretaciones previas. Para no caer en esta pre-comprensión es básico dejar la conciencia libre de cualquier juicio previo logrando una atención exclusiva que, a la postre, permite separar claramente qué es del enfermo y qué del observador. Hablamos de una actitud nada fácil, pues requiere un esfuerzo de concentración que algunas veces im-plica suspender la entrevista y seguirla en otro momento, para poner en orden cuanto está sucediendo. Lacan22 ha intuido como nadie este asunto, preguntándose: «¿cuál debe ser el discurso del “yo” del analista en la sesión de análisis?» y responde tajantemente: «la muerte». Con esta enigmática fórmula el gran psicoanalista viene a indicarnos que el «yo» de quién estudia al paciente debe salirse de la ecuación y a nivel práctico indica que, ante este último, el observador debe hacer desaparecer cualquier preocupación, dificultad, historia personal, etc.

A medida que avanzamos en la investigación, las verbalizaciones sucesivas que van dando cuenta de los diferentes aspectos de la compleja experiencia, permiten perfilarlo cada vez mejor, lo que beneficia a la propia investigación. Esto se debe a que la situación de partida, antes de ser pasada por la conciencia tomada por el lenguaje, es completamente diferente a la posterior cuando esto ha sucedido. Un punto de atención es el constituido por las incongruencias del consultante, pues pueden demostrar la presencia de (auto)engaños que han de desvelarse para obtener una correcta formulación del problema.

El material hallado puede matematizarse, pero cuidado, porque las producciones mentales no poseen una cualidad numérica; si se coloca una cantidad a un síntoma o comportamiento se trata de algo arbitrario, pues este último jamás procede haciendo gradaciones de sus síntomas, tratándose de algo añadido por el observador al comparar distintos casos e intentar alcanzar cierta objetividad. Para tener el asunto aún más claro debemos diferenciar entre «exactitud» y «cuantificación», ya que ambas fueron confundidas por las corrientes positivistas y si esto fuera así no habría corpus psicopatológico. El progreso de las matemáticas y los medios de formalización, sobre todo a partir de los trabajos de Frege, Russell, Boole, Peano y Cantor, han dado como fruto la presentación de múltiples sistemas cualitativos factibles de ser utilizados con tal de que se entienda en qué consisten sus axiomas fundamentales. Por nuestra parte, utilizamos algunas de estas materias para indagar síntomas particulares (p. ej. degradación de estructuras de-lirantes mediante lógica borrosa o el inicio de los cuadros esquizofrénicos contando con las «funciones proposicionales»)73, 74.

Añadimos a lo expuesto que los resultados extraídos de la investigación tienen que ser novedosos ya que producen «efectos de verdad», esto es, la convicción interna de «eso es cierto», semejante al «¡eureka!» de los griegos. El mismo Aristóteles fue un firme defensor del descubrimiento como asombro, de ahí que cuanto se encuentra no tiene por qué ser considerado útil en un principio dado que su asimilación al saber constituido puede ser posterior.

Antiguamente la búsqueda del conocimiento se consideraba una hybris o «insolencia» del hombre en relación a los dioses que lo poseían, mientras tanto éstos respondían con castigos ejemplares (recordemos a Prometeo, Adán y Eva o Edipo); mas, la hybris y sus consecuencias hasta cierto punto compensaban pues poseían como motor la inconformidad e incompletud del hombre respecto a su saber. Se trata de una idea revivida actualmente por el filósofo checo Jan Patocka75, para quién el saber ayuda al hombre en la desesperada situación de desamparo en la que se halla y que puede calcarse punto por punto a nuestro terreno, donde se observa claramente con sólo pensar en los problemas diarios que nuestras intervenciones suscitan; éstas requieren una reflexión seria y seguir indagando para conocerlas cada vez mejor y es justo éste el propósito que nos ha guiado en el trabajo que aquí concluye.

 

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