Informaciones Psiquiátricas - Segundo  trimestre 2010. Número 200

Perfil de un paciente psicogeriátrico según grupo de edad

 

Mª José Macarro Ríos

Mª Carmen García Membrive

Diplomadas en Enfermería. Benito Menni, CASM. Sant Boi de Llobregat.

Tercer Premio Diplomatura en Psicogeriatría UAB Promoción 2009-2010.

 

Recepción: 23-02-10 / Aceptación: 23-03-10

 

1. INTRODUCCIÓN

A lo largo de la historia, la sociedad ha utilizado distintos términos para referirse a las personas de edad avanzada: anciana, adulto mayor, tercera edad, persona mayor, persona de edad, vieja, gente grande... Adicionalmente, a muchas de estas expresiones se le atribuyen un cierto tono despectivo, asociando incluso ideas o conceptos tan negativos como enfermedad, cansancio, inutilidad, antesala de la muerte, etc. Nada hacía pensar que una persona mayor pudiera ser sana y vital.

Estudios demográficos demuestran que la población está envejeciendo. La disminución de nacimientos junto con la prolongación de la vida va a significar que el número de personas de 65 años o más superará en diez veces la tasa global de crecimiento de la población en los próximos 40 años, según La Organización Mundial De La Salud (O.M.S.), y se espera que la tasa de los mayores de 80 años, que son el segmento de población que crece ahora con más rapidez, se triplique en los 25 años venideros.

Asociando los conceptos descritos anteriormente, ¿estaríamos hablando de una sociedad en general más enferma, cansada, inútil o cercana a la muerte?

Rotundamente NO. La O.M.S. define el envejecimiento activo como el proceso de optimización de las oportunidades para obtener bienestar físico, social y mental, y extender la esperanza de vida saludable, productividad y calidad de vida. Hoy en día las personas viven más años, debido a muchos factores y avances tecnológicos que han hecho mejorar la calidad de vida. Sin embargo, la sociedad debe enfrentarse necesariamente al proceso de envejecimiento de diferente manera, según sus propios valores culturales.

Antes de continuar, conviene dejar claros dos términos que reflejan dos realidades, a veces distintas, sobre la edad de cada persona. Una es la edad cronológica o lo que es lo mismo, la edad en años transcurridos desde el nacimiento y que nos dicta el momento legal para tener mayoría de edad, jubilarnos... La otra es la edad biológica que se corresponde con el estado funcional de nuestros órganos, estableciendo patrones estándar para cada edad y su conocimiento sería más informativo sobre nuestro envejecimiento real1-2.Tenemos a una población de personas mayores de 65 años que crece muy rápidamente y su edad cronológica se aleja cada vez más de su edad biológica, en beneficio de esta última.

De todo lo expuesto anteriormente se deduce la importancia de aumentar los conocimientos sobre esta población que aumenta en número de individuos y en longevidad6. Hay que poner todos los medios para que su calidad de vida les acompañe.

La heterogeneidad en este grupo de edad es mayor que en otros y sufren más desigualdades, mayores diferencias en la calidad de vida y en la capacidad física y mental. Se acentúan variables que interfieren como la cultura, sexo, clase social, raza, hábitos, actitudes, valores, condiciones de vida, salud...

Cada vez se escucha hablar más de subgrupos como, los jóvenes mayores y los muy mayores, o la tercera y la cuarta edad, lo cierto es que envejecer no sólo es un proceso cronológico uniforme. El limite tradicional para la edad avanzada y que se considera el fin de la vida laboral, 65 años, no tiene fundamento biológico, sin embargo, la probabilidad de desarrollar un problema de salud aumenta con la edad.

En este estudio descriptivo separamos la muestra de edad avanzada, en dos grupos de edad cronológica, teniendo en cuenta todo lo mencionado anteriormente. En la bibliografía encontrada, escasea esta separación y casi todo el material hace referencia a la tercera edad como a la persona de 65 años o más (aunque algunos la inician a las 60 años)3, pero aun así muchos autores hacen referencia a dos o más, tipos de mayores (llámeseles jóvenes mayores o muy mayores o separando por una determinada edad: 70 o más, 75 o más, 80 o más...)2-3.

En nuestro estudio distinguiremos tercera y cuarta edad haciendo referencia al grupo de edad de 65-79 años y 80 o más años, respectivamente.

Comprobaremos si existen diferencias significativas en temas como las caídas y las úlceras por decúbito así como las escalas que nos indican riesgo de sufrirlas.

También nos parece interesante otras escalas que nos muestran como están estas personas en cuanto a dolor, nutrición o en las actividades de la vida diaria. El diagnóstico médico principal y los diagnósticos enfermeros prevalentes también serán tratados para observar si existen diferencias importantes.

En la bibliografía hay mucha información sobre caídas en ancianos. En la mayoría de estudios el sexo femenino supera al de hombres en número de caídas5 y la proporción es de 2:1 según estudios de Padilla, et al 199810 o más 2,7:1 en personas de 60 a 65 años según Santillana, et al 200219. Pero revisando con más atención, la tendencia es a igualarse por sexos a medida que se incrementa la edad, pudiendo llegar a ser más frecuentes en hombres si miramos estudios de Díaz et al 199915 y después de los 85 años según estudio realizado por Santillana, et al 200219 o 75 años si nos remitimos al artículo de Molina, et al 200018.

Varas-Fabra et al 200617 y Salvà, et al 200423 entre otros comprobaron que el número de caídas aumentan con la edad4-5. Santillana et al 200219 puntualizó que a los 80 años se llega a duplicar. Otro hecho importante es la actividad funcional de la persona, caerán más las personas semi-dependientes que los dependientes totales, y las personas con demencias que conservan su desplazamientos caerán el doble que las personas mayores sin problemas cognitivos razona Molina et al 200018 en su artículo. La mayoría de autores coinciden en decir que haber sufrido alguna caída hace incrementar el riesgo, así como la polifarmacia, pluripatología, discapacidad visual, actividad física reducida, función física y cognitiva reducida.

La consecuencia más grave de las caídas son las fracturas. Se calcula que terminan en fractura un 6%, 7,8%, un 8% y 13% de las caídas según Molina et al. 200018, Aldana et al 200813, Varas-Fabra et al 200617 y Bergland, et al 200427 respectivamente.

Las úlceras por presión aparecen principalmente por dependencia de las actividades de la vida diaria, diferentes al-teraciones orgánicas, restricción de la movilidad, incontinencia urinaria y/o fecal, deficiente nutrición e hidratación...5. La prevención es fundamental si queremos ofrecer calidad de vida. Como vemos está íntimamente relacionada con el índice de Barthel y con la desnutrición4. El dolor que conlleva una úlcera por presión también es considerable e incapacita para tener una buena calidad de vida. En hospitales la prevalencia está en 12,26%, instituciones sociosanitarias en 12,48% y en la comunidad en 0,26% para mayores de 65 años si miramos estudios de Soldevilla et al 199922 y en estudios más recientes de Díaz et al 200721 en residencias está a 13,47%. Silvestre et al 199924 extrajo de su estudio que no es un factor determinante el sexo, en cambio la edad, es significativamente más elevada en los pacientes ulcerados. La aparición de úlceras por presión está relacionada con la edad, aunque ésta no sea un factor de riesgo propiamente dicho, pues se produce un envejecimiento cutáneo, que hace que la piel sea delgada, frágil y menos elástica1.

El conocimiento de los diagnósticos enfermeros es imprescindible para poder realizar el proceso de atención de enfermería ya que definen un problema de salud real o potencial. No se ha encontrado mucha bibliografía sobre diagnósticos prevalentes en personas mayores, sin embargo, hemos encontrado éste de Borges et al 200314 en ancianos con alteraciones mentales, que concluye con los siguien-tes diagnósticos prevalentes según ta-xonomía II de NANDA: sentimiento de pesadumbre disfuncional y déficit de actividades recreativas, deambulación comprometida, riesgo de trauma y ansiedad. Otro trabajo encontrado pero en pacientes adultos hospitalizados en U.C.I. presentan como prevalentes los siguientes diagnósticos enfermero: riesgo de infección 82%; déficit de autocuidado: uso del WC 80%; déficit de autocuidado: baño/higiene 72%; déficit de autocui-dado: vestido/acicalamiento 69%; déficit de autocuidado: alimentación 66%25. En mayores de 80 años encontramos en la bibliografía7 los diagnósticos enfermero prevalentes con Déficit de autocuidados junto con el riesgo de caídas.

El diagnóstico médico principal también lo tendremos en cuenta, conscientes de que por las características de nuestro centro estos usuarios tienen problemas de salud mental.

Con los datos de este estudio, y las conclusiones a las que llegamos, pretendemos dar a conocer más información en temas como los diagnósticos enfermeros, cuya bibliografía es escasa en pacientes psicogeriátricos, y más específicamente las diferencias entre los grupos de edad que proponemos. Por otro lado también queremos conocer si nuestra población se asemeja o no, a la bibliografía encontrada relacionada con caídas o úlceras. Y sobre todo conocer más y mejor a la población que atendemos, como sus peculiaridades para poder dar cuidados más específicos y de calidad.

 

2. OBJETIVOS

2.1. Objetivo general

  • Determinar si existen diferencias significativas entre el perfil de una persona de la tercera edad (de 65 a 79 años) y otra de la cuarta edad (de 80 años o más), institucionalizada en un área de psicogeriatría.

2.2. Objetivos específicos

  • Realizar el perfil en cuanto a las variables a analizar de las personas de la tercera edad.

  • Realizar el perfil en cuanto a las variables a analizar de las personas de la cuarta edad.

  • Identificar las semejanzas y diferencias de un grupo a otro y analizarlas.

 

3. MATERIAL Y MÉTODO

3.1. Tipo de diseño

Estudio descriptivo retrospectivo transversal.

3.2. Población de estudio

La población a estudio son pacientes ingresados en el área de psicogeriatría del Complejo Asistencial en Salud Mental (C.A.S.M.) Benito Menni de Sant Boi de Llobregat.

3.2.1. La muestra

La muestra la compone la totalidad de los pacientes ingresados en el área de psicogeriatría durante el año 2008.

3.2.2. Criterios de inclusión

  • Paciente ingresado en el área de psicogeriatría durante el período establecido.

3.2.3. Criterios de exclusión

  • Pacientes con edad inferior a 65 años.

  • Pacientes cuya estancia hospitalaria sea inferior a 3 días.

3.3. Recogida datos

La totalidad de los datos se recogen de la historia clínica de los pacientes.

3.4. Variables a estudio

 1.   Sexo. Variable cualitativa dicotómica cuantificada como hombre/mujer.

 2.   Edad. Variable cuantitativa, expresada en años.

 3.   Diagnóstico médico principal. Variable cualitativa. Se recoge el diagnóstico médico principal de las historias y se pasan todos a una misma agrupación de diagnósticos, en este caso DSM-IV.

 4.   Diagnósticos de enfermería. Variable cualitativa. Se recogerán los diagnósticos de enfermería que consten en el plan de cuidados de enfermería según la taxonomía NANDA (North American Nursing Diagnosis Association).

 5.   Tiempo de hospitalización. Variable cuantitativa cuantificada en días.

 6.   Modalidad del ingreso. Variable cualitativa cuyas categorías son larga estancia (programa Vida als Anys), media estancia (Convalecencia) y salud mental.

 7.   Capacidad funcional. Variable cuantitativa. Es el número que resulta de pasar el índice de Barthel (IB). Esta escala validada mide la capacidad de una persona de realizar hasta diez actividades de la vida diaria consideradas como básicas, obteniéndose una estimación cuantitativa de su grado de independencia. La puntuación máxima es de 100 y corresponde a una persona de autonomía total, la puntuación mínima es 0 y corresponde a una persona dependiente total.

 8.   Riesgo de caídas. Variable cualitativa dicotómica cuantificada como sí/no. Se utiliza escala consensuada por el centro que recoge unos ítems con valor numérico. Si éste es igual o superior a 10 el valor de la variable es sí, si es inferior el valor de la variable es no.

 9.   Dolor. Variable cuantitativa. Utilizamos la escala validada de valoración del dolor EVA que nos muestra un número del 0 al 10. Mide el dolor subjetivo del paciente. El 0 significa ausencia del dolor y el 10 el peor dolor posible. También hay un gráfico con caras que representan de la sonrisa al llanto, como los números del 0 al diez, ésta sería para puntuar el dolor en aquellas personas que no se pueden comunicar verbalmente.

10.   Riesgo de UPP (úlcera por presión). Variable cualitativa dicotómica cuantificada como sí/no. Utilizamos la escala validada de riesgo de úlcera de Arnell que consta de 6 ítems que hay que valorar de 0 a 3. Puntuaciones. El riesgo de úlcera por decúbito aparece con puntuaciones iguales o mayores de 12.

11.   Valoración nutricional (MNA). Variable cualitativa cuyas categorías son: sin riesgo de malnutrición, riesgo de malnutrición y malnutrición. El valor de esta variable se obtiene de la realización de la escala Mini Nutritional Assessment (MNA). Se trata de una escala para la evaluación del estado nutricional de una persona. Si la suma de las respuestas de la primera parte —Test de cribaje— es igual o inferior a 10, es necesario completar el Test de evaluación para obtener una apreciación precisa del estado nutricional del paciente. La puntuación global del Test de evaluación resulta de la suma de todos los ítems del Test de cribaje y de los del Test de evaluación. Los puntos de corte del Test de evaluación son de 17 a 23,5 puntos: riesgo de malnutrición, y menos de 17 puntos: malnutrición.

12.   Caídas. Variable cuantitativa numérica.

13.   Fracturas. Variable cualitativa dicotómica. Se recogerá si durante el período a estudio se hubiese producido alguna fractura como consecuencia de una caída.

14.   UPP. Variable cualitativa dicotómica. Se recogerá si durante el período a estudio el paciente ha presentado una úlcera por presión.

3.5. Análisis de los datos

La totalidad de los datos se analizará mediante el paquete estadístico SPSS.

 

4. PLAN DE EJECUCIÓN

  • Búsqueda bibliográfica sobre psicogeriatría.

  • Elección del tema: Perfil de un paciente psicogeriátrico según grupo de edad.

  • Definición de población y muestra, así como criterios de inclusión y exclusión.

  • Definición de variables a estudio y bibliografía sobre el tema para situarlo en un contexto.

  • Recogida de datos para las variables a estudiar.

  • Utilización del paquete estadístico SPSS para obtener tablas de frecuencia y contingencia que se utilizan para presentar, interpretar y analizar los resultados obtenidos.

  • Obtención de los resultados para su discusión.

 

5. LIMITACIONES DEL ESTUDIO

–  Muchos datos de los recogidos, aún estaban en papel, lo que nos llevó a la búsqueda manual de las historias y localizar el dato de la variable que necesitábamos.

–  Algunas de estas historias se encontraban en el archivo del centro, por defunción o alta hospitalaria.

–  Los diagnósticos médicos los encontramos en CIE-10, CIE-9, DSM-III y DSM-IV.

–  En 15 casos no se pudo recoger la información de alguna o varias de las variables que nos disponíamos a analizar. Se trataron como pérdidas.

 

6. CONSIDERACIONES ÉTICAS

–  Los datos de los pacientes se codificarán en número de caso.

–  La información perteneciente a los pacientes integrantes del estudio se tratará de acuerdo a lo establecido en la Ley Orgánica 15/1999 de protección de datos personales.

 

7. RESULTADOS

El total de los pacientes ingresados en el área de psicogeriatría del CASM Benito Menni que componen nuestro estudio según criterio es de 371. Durante la realización del proyecto se han perdido 15 casos debido a la falta o error en el registro de datos, quedando una muestra de 356 pacientes. El primer objetivo que nos marcamos fue determinar si existían diferencias significativas entre el perfil de una persona de la tercera y cuarta edad institucionalizada en este área de psicogeriatría. Para ello nos marcamos unos objetivos específicos: realizar el perfil en cuanto a las variables a analizar de las personas de la tercera edad y la cuarta edad e identificar las semejanzas y diferencias para analizarlas.

Para facilitar el análisis de los datos, hemos recodificado algunas variables, de esta manera la información queda más clara. La primera variable que hemos recodificado ha sido la edad, para poder obtener los dos subgrupos a estudio. El grupo tercera edad (de 65 a 79 años) y cuarta edad (>80 años).

El diagnóstico principal médico, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV), nos proporcionaba una lista muy extensa de diagnósticos, resultando muy complicado el análisis y conclusiones, por lo que decidimos recodificar en:

–  Demencias tipo Alzheimer.

–  Demencias Mixtas.

–  Demencias Vasculares.

–  Demencias Frontales.

–  Otras demencias.

–  Psicosis (Esquizofrenias y Trastornos Delirantes).

–  Trastornos Afectivos (Depresión Mayor, Distimia, Trastorno Bipolar, Trastorno de la Personalidad).

–  Trastornos de la Ansiedad (Trastornos de la Ansiedad y Trastorno Obsesivo Compulsivo).

–  Deterioro Cognitivo.

–  Otros. (Delirium, Retraso mental, abuso de opiáceos...).

Debido al nivel de dependencia de nuestra población, los diagnósticos de enfermería detectados suelen ser numerosos, de manera que hemos optado por determinar los más prevalentes (el punto de corte se encuentra en el 40%).

El tiempo de hospitalización está recodificado en:

–  Menos de un mes.

–  De uno a tres meses.

–  De tres a seis meses.

–  De seis meses a un año.

–  De uno a tres años.

–  De tres a diez años.

–  Más de diez años.

La escala funcional de Barthel está recogida de las historias como un número y recodificada como sigue:

–  100 independiente.

–  De 95 a 60 dependiente leve.

–  De 55 a 40 dependiente moderado.

–  De 35 a 20 dependiente grave.

–  Menor de 20 dependiente total.

Recodificamos el dolor para saber más sobre la intensidad del mismo. Hemos etiquetado el número que resulta de pasar la escala del dolor EVA como:

–  (0-1) ausencia de dolor.

–  (2-3) dolor leve.

–  (4-5) dolor moderado.

–  (6-7) dolor fuerte.

–  (8-9) dolor muy fuerte.

–  (10) un dolor insoportable.

En la población estudiada predomina el sexo femenino con un 72,8% sobre el masculino con un 27,2%. Referente a la edad podemos observar que la muestra es homogénea con una media de edad de 79,71 años [78,85-80,37]. El mínimo de edad es de 65 años y el máximo es de 97 años (ver tabla I y gráfico I).

Siguiendo nuestro objetivo principal vamos a analizar los datos obtenidos separándolos en dos subgrupos a los que hemos denominado tercera y cuarta edad, para definir el perfil de cada uno de ellos.

En la denominada tercera edad contamos con una muestra de 166 casos y en la cuarta edad con 190 (ver tabla II).

7.1. Tercera edad

Dentro del subgrupo de la tercera edad, el sexo predominante es el femenino con un 65,7% frente al 34,3% masculino (ver tabla III).

Los diagnósticos médicos principales se distribuyen de mayor a menor porcentaje de la siguiente manera: Trastornos psicóticos 48,2%, Demencias tipo Alzheimer 13,3%, Trastornos afectivos 10,8% y Demencias mixtas 10,2% y el resto en porcentajes inferiores.

Si agrupamos las Demencias tenemos un 33,1% frente al 66,9% del resto de diagnósticos (ver tabla IV).

Tras realizar el corte en los diagnósticos de enfermería que estén representados en un 40% o más, el resultado en las casos de la tercera edad son: con un 88% Déficit de autocuidado en baño/higiene (NANDA 108), con un 71% Trastornos de los procesos del pensamiento (NANDA 130), con un 59,6% Déficit autocuidado Vestido/acicalamiento (NANDA 109) y con un 41,6% Deterioro de la movilidad física (NANDA 85) (ver tablas V, VI, VII y VIII).

Se observa que más del 50% de la población lleva más de un año ingresado, de los que un 23,5% superan los diez años de hospitalización. Creemos que es interesante mencionar el 30,7% de ingresos inferiores a tres meses (ver tabla IX).

La tipología de ingreso que más prevalece en nuestro área de psicogeriatría es la denominada salud mental con un 47%, seguida de larga estancia con un 31,3% y convalecencia con un 21,7% (ver tabla X).

Al analizar la capacidad funcional del paciente psicogeriátrico de nuestra población se observa que un 62% presentan una dependencia leve. A gran distancia le sigue la dependencia total y la moderada con un 15,1% y 14,5% respectivamente. Los grupos minoritarios son la dependencia grave con un 4,8% y los independientes con un 3,6% (ver tabla XI).

Teniendo en cuenta, que la escala utilizada no está validada pero sí consensuada en nuestro centro desde hace más de 10 años, los datos muestran que un 63,3% tiene riesgo de caídas y un 36,7% ausencia de riesgo (ver tabla XII).

El paciente menor de 80 años se caracteriza por su ausencia de dolor con un 72,9%, seguido de dolor leve con un 17,5%, dolor moderado 4,2%, dolor fuerte 4,2% y tan solo un 1,2% presenta un dolor muy fuerte (ver tabla XIII).

El riesgo de UPP en estos pacientes es de 19,9% frente a un 80,1% con «ausencia de riesgo» (ver tabla XIV).

Existe un 58,4% de casos que presenta un estado nutricional normal, un 27,1% presenta riesgo de malnutrición y un 14,5% malnutrición (ver tabla XV).

El 59% (98 casos) no ha sufrido ninguna caída, el 20,5% (34 casos) se ha caído una vez, el 10,2% (17 casos) dos veces, el 3,6% (6 casos) tres veces, el 1,8% (3 casos) cuatro veces, el 1,2% (2 casos) cinco veces y el 0,6 (1 caso) se han caído seis, siete, ocho, nueve, doce y veinticinco veces respectivamente (ver tabla XVI).

Durante el año estudiado los pacientes que han sufrido fracturas representan un 3% de la población (ver tabla XVII).

Presentan UPP el 8,4% de la población estudiada (ver tabla XVIII).

7.2. Cuarta edad

El sexo prevalente en la cuarta edad es el femenino con un 78,9% respecto al masculino con un 21,1% (ver tabla XIX).

Los diagnósticos médicos principales se distribuyen de mayor a menor porcentaje de la siguiente manera: Trastornos psicóticos 35,8%, Demencias mixtas 20,5%, Demencias tipo Alzheimer 14,7% y el resto en porcentajes muy inferiores. Si agrupamos las Demencias tenemos un 50,5% y si hacemos lo mismo con el resto de diagnósticos obtenemos un 49,5% (ver tabla XX).

Tras realizar el corte en los diagnósticos de enfermería que estén representados en un 40% o más, los resultados en las casos de la cuarta edad son: con un 92,1% Déficit de autocuidado en baño/higiene (NANDA 108), con un 70% Déficit autocuidado Vestido/acicalamiento (NANDA 109), con un 62,6% Trastornos de los procesos del pensamiento (NANDA 130), con un 58,4% Deterioro de la movilidad física (NANDA 85), con un 51,1% Riesgo de caída (NANDA 155), con un 43,2% Deterioro de la comunicación verbal (NANDA 51), con un 42,1% Deterioro de la eliminación urinaria (NANDA 16) y con un 40% Déficit autocuidado en alimentación (NANDA 102) (ver de la tabla XIX a la XXVIII).

Se observa que el 47,9% de la población lleva más de un año ingresado, de los que un 22,1% superan los diez años de hospitalización, el 34,7% de ingresos es inferior a tres meses (ver tabla XXIX).

La modalidad de ingreso que más prevalece en el área de psicogeriatría es la denominada larga estancia con un 50,5%, seguida de convalecencia con un 30,5% y por último salud mental con un 18,9% (ver tabla XXX).

Al analizar la capacidad funcional del paciente psicogeriátrico de nuestra población se observa que el 40,5% presentan una dependencia leve, le sigue la dependencia total con un 27,5%, la moderada con un 19,5%, la grave con un 12,1% y por último los independientes son un 0,5% de la muestra (ver tabla XXXI).

Los datos muestran que un 87,4% tiene riesgo de caídas y un 12,6% ausencia de riesgo (ver tabla XXXII).

El paciente mayor de 80 años se caracteriza por su ausencia de dolor con un 54,2%, seguido de dolor moderado con un 16,3%, dolor leve 15,3%, dolor fuerte 10,5%, dolor muy fuerte un 3,2% y cabe destacar la presencia de la etiqueta dolor insoportable con un 0,5% (ver tabla XXXIII).

El riesgo de UPP en estos pacientes es de 43,2% frente a un 56,8% con «ausencia de riesgo» (ver tabla XXXIV).

Existe un 36,8% de casos que presenta riesgo de malnutrición, un 31,6% un estado nutricional normal y un 31,6% malnutrición (ver tabla XXXV).

El 46,8% (89 casos) no ha sufrido ninguna caída, el 28,4% (54 casos) se ha caído una vez, el 10,5% (20 casos) dos veces, el 3,2% (6 casos) tres veces y cuatro veces respectivamente, el 2,1% (4 casos) cinco veces, el 1,1 (2 casos) se han caído seis y ocho veces respectivamente, y el 0,5 (1 caso) se han caido siete, nueve, once, doce, catorce, diecisiete, y dieciocho veces respectivamente (ver tabla XXXVI).

Las fracturas representan el 1,1% de la población estudiada (ver tabla XXXVII).

El 10% de la población presenta UPP (ver tabla XXXVIII).

 

8. DISCUSIÓN
CONCLUSIONES

Nuestro objetivo principal es definir y comparar el perfil del paciente psicogeriátrico de la tercera y cuarta edad.

Después de analizar los datos obtenidos podemos deducir que el perfil del paciente de la tercera edad en nuestro estudio sería una mujer de 73 años con un diagnóstico médico principal de trastorno psicótico, teniendo en cuenta que hemos englobado en esta categoría de diagnóstico las esquizofrenias y los trastornos delirantes en todas sus variantes. En cuanto a diagnósticos enfermeros hemos encontrado cuatro prevalentes, el déficit de autocuidado: baño/higiene, trastorno de los procesos del pensamiento, déficit de autocuidado: vestido/acicalamiento y deterioro de la movilidad física. Esta persona ingresó hace más de diez años en la modalidad de salud mental. Las escalas existentes en el centro nos dicen que en cuanto a funcionalidad presenta un grado de dependencia leve. Aunque tiene riesgo de caídas no ha sufrido ninguna caída ni ninguna fractura. Es una persona que en condiciones normales dice no presentar dolor o no lo manifiesta. Según la escala de riesgo de UPP no presenta riesgo así como tampoco tiene ninguna UPP y su estado nutricional es normal según la escala MNA.

El perfil de nuestro paciente perteneciente a la cuarta edad sería de una mujer de 84 años con un trastorno psicótico cuyos diagnósticos prevalentes de enfermería serían déficit de autocuidado: baño/higiene, déficit autocuidado: vestido/acicalamiento, trastorno de los procesos del pensamiento, deterioro de la movilidad física, deterioro de la comunicación verbal, riesgo de caídas, deterioro de la eliminación urinaria, déficit autocuidado: alimentación. Ingresado desde hace 10 años o más/de uno a tres meses, en larga estancia con una dependencia leve. Aunque presenta riesgo de sufrir caídas, los datos nos muestran a una persona que ni se ha caído ni ha sufrido fracturas. No refiere dolor y aunque no tiene riesgo de UPP ni presenta ninguna, los datos recogidos si nos muestran que tiene riesgo de malnutrición según la escala MNA.

Al profundizar más en los datos obtenidos hemos creído conveniente comentar alguno de los resultados.

Si bien es verdad que en ambos perfiles el sexo prevalente es el femenino cabe destacar que en la cuarta edad el porcentaje es mayor.

En cuanto al diagnóstico médico principal aunque coinciden ambos subgrupos en el trastorno psicótico es en la tercera edad donde el porcentaje es más elevado. El segundo diagnóstico principal varía de un subgrupo a otro, siendo en la tercera edad la demencia tipo Alzheimer y en la cuarta la demencia mixta.

Los diagnósticos prevalentes de enfermería son significativamente diferentes de una edad a otra. En la tercera edad se han encontrado cuatro diagnósticos prevalentes mientras que en la cuarta edad además de estos cuatro aparecen cuatro más como prevalentes. Así resumimos que en la cuarta edad los casos presentan el doble de diagnósticos de enfermería que en la tercera edad.

La duración del ingreso en los casos estudiados tanto en la tercera como en la cuarta edad el porcentaje supera los diez años o más. Destacamos que en la cuarta edad está al mismo nivel de porcentaje el período de 1 a 3 meses.

En cuanto al tipo de modalidad de ingreso encontramos grandes diferencias entre los subgrupos, la tercera edad predomina la salud mental seguida de larga estancia y en la cuarta edad prevalece la larga estancia seguida de la convalecencia. Se puede comprobar al relacionar las variables; tiempo de hospitalización y modalidad de ingreso, que coinciden en la cuarta edad, como segundas en prevalencia: convalecencia que corresponde a de 1 a 3 meses en el tiempo.

En ambos grupos el grado de dependencia es leve seguida de la dependencia total. Profundizando en los datos encontramos que en la tercera edad el numero de casos de dependencia leve (62%) es mayor que en la cuarta edad (40%) y en cuanto a la dependencia total, sucede al contrario, en la tercera edad (15,1%) es menor que en la cuarta edad (27,4%). Por lo tanto aunque el perfil nos muestre a una persona con una dependencia leve en ambos subgrupos, el análisis nos muestra a una persona con mayor dependencia en la cuarta edad que en la tercera.

Según nuestro estudio el riesgo de caídas en la cuarta edad es porcentualmente mayor que en la tercera edad. La escala que utilizamos desde hace más de diez años en nuestro centro contempla entre otros aspectos como es la marcha de la persona, cambios de tratamientos recientes, órganos de los sentidos, TA ortostática, edad, caídas anteriores... Si relacionamos todo esto con las variables estudiadas tenemos que fijarnos en los diagnósticos de enfermería prevalentes. En la tercera edad teníamos el deterioro de la movilidad física y en la cuarta edad se le sumaba el riesgo de caídas. En ambos subgrupos de edades el diagnóstico médico principal es un trastorno psicótico que requiere de un tratamiento farmacológico y de un seguimiento que hace que la medicación sufra cambios. El segundo diagnóstico médico principal en ambas poblaciones es la demencia y según la bibliografía18 es un factor de riesgo de sufrir caídas, si conserva la marcha.

Aunque en ambos grupos prevalece la ausencia de dolor, observamos que es en la cuarta edad donde se tiene una percepción mayor del dolor y un aumento de la intensidad.

En los resultados de la variable «riesgo de UPP» no nos ha sorprendido encontrar ausencia de riesgo de UPP en ambos grupos ya que es una variable íntimamente ligada a la dependencia funcional y edad, así como, que el porcentaje de ausencia, sea superior en la tercera que en la cuarta edad.

Una de las variables cuya diferencia es destacable en ambos subgrupos en el estado nutricional, que en la tercera edad es normal y en la cuarta pasa a ser riesgo de malnutrición. Los porcentajes de casos de uno u otro estado de nutrición, en la cuarta edad está dividido prácticamente igual, en cambio, en la tercera edad se concentra en el estado nutricional normal.

Según la bibliografía encontrada las fracturas suponen entre un 6-13% (18-13-17-27). En nuestro trabajo suponen un 1,1% en la cuarta edad y un 3% en la tercera edad.

Ninguna diferencia destacable respecto a la presencia de UPP en cuanto a los grupos de edad. Pero si comparamos esta variable con la bibliografía que hemos encontrado en sociosanitarios (que se asemeja a hospitales) encontramos más de un 13%22, en nuestro estudio un 10% de la población de la cuarta edad presenta UPP y en la tercera edad es de un 8,4%. Destacamos que a pesar de obtener un porcentaje muy parecido en la presencia de úlceras en los casos, las escalas de riesgo de UPP distaban mucho en cuanto a porcentajes de una a otra edad.

Las caídas producidas las vamos a analizar desde dos puntos de vista: n.o de personas caídas y n.o de caídas.

En el primer caso podemos decir que en la tercera edad han sufrido caídas el 41% de las personas y en la cuarta edad
el 53,2
%. En nuestro estudio podemos decir que se caen más personas de la cuarta edad que de la tercera. La bibliografía revisada18 apuntaba a que las personas semidependientes (que es nuestro caso en ambos grupo) caían más que las dependientes. Con respecto a los diagnósticos prevalentes de enfermería, sí podemos correlacionar los datos de nuestro estudio, ya que así como el diagnóstico de deterioro de la movilidad física está presente en ambas edades, es el de riesgo de caídas el que aparece como diagnóstico prevalente en la cuarta edad.

En cuanto al número de caídas queremos recalcar, que así como hay un tanto por ciento importante de personas que no presentan caídas, existen un número pequeño de casos que presentan muchas caídas. Tanto en una edad como en otra, este pequeño número de casos hacen que se aumente el tanto por ciento de caídas.

Los resultados obtenidos nos han sorprendido, ya que esperábamos encontrar muchas más diferencias relacionadas con la edad. Concluimos diciendo que la calidad de vida no depende de la edad. Por eso se empiezan a cuestionar protocolos sobre tratamientos, pruebas complementarias e intervenciones que excluían a personas por su edad.

Ahora y con sinceridad, nos planteamos si no hubiera sido más interesante analizar los mismos datos de este estudio, pero dividiendo los casos por sexo y ver el perfil de una mujer y un hombre mayor de 65 años... o de 80 años... o... en otra ocasión será.

Nuestro agradecimiento por la ayuda prestada en este trabajo a:

–  Azpiazu, P. Catalán, A. Psicogeriatras. Por su ayuda con los diagnósticos médicos.

–  Feria, I. (Coordinadora del grupo de trabajo de investigación de enfermería). Por orientarnos en el mundo de la investigación.

–  García, I. (Enfermera del Hospital de día psicogeriátrico) por su apoyo e interés.

–  Molina, A. (Departamento de informática) Por su colaboración en todo.

 

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