INFORMACIONES PSIQUIÁTRICAS 228 - page 59

Informaciones
Psiquiátricas
2017 - n.º 228
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El cambio conductual más frecuente es la
irritabilidad. Este síntoma no tiene todavía
una definición conceptual consensuada. Para
algunos autores es un “estado emocional ca-
racterizado por un reducido control del tem-
peramento que resulta en arrebatos verbales
o conductuales” (Snaith y Taylor 1985). Una
elaboración de este concepto ofrecida por
Craig (2008) lo describe como un estado de
ánimo que predispone a ciertas emociones
(el enfado), ciertas cogniciones (valoración
hostil de una situación) y ciertas conductas
(agresividad). La experiencia clínica sugiere
que las conductas que dan pie al síntoma
irritabilidad pueden tener orígenes diversos:
bajo estado de ánimo, fatiga, intolerancia
a la frustración, reducción en la capacidad
para la resolución de los problemas (trastor-
no ejecutivo). Tampoco se puede descartar
que la irritabilidad sea un tipo diferenciado
de trastorno emocional, como lo son la tris-
teza, el miedo o la ansiedad. Una expresión
especialmente grave de la irritabilidad es la
agresividad física, en sus variantes de agre-
sividad hacia objetos o hacia personas.
Rigidez y egocentrismo son otros de los
cambios de conducta más comunes. El pri-
mero hace referencia a la incapacidad para
modificar planes preconcebidos, aunque las
circunstancias varíen. Se trata de una im-
permeabilidad de nuestro sistema planifica-
dor de acciones. Podemos avanzar hipótesis
acerca de qué procesos cognitivos subyacen
a esta conducta: una reducción de la capa-
cidad de la memoria de trabajo, entendida
como el tamaño del escenario y la capacidad
de los tramoyistas para manipular procesos
mentales, que tendría como consecuencia la
imposibilidad para introducir informaciones
nuevas y generar cambios adaptativos a la
acción ya diseñada; la propia imposibilidad
de diseñar varias alternativas para alcanzar
una misma meta, de prever posibles cambios
en las circunstancias, lo que coloquialmen-
te conocemos como “plan B”, es decir, una
reducción de nuestra capacidad para prever
cursos alternativos de acción.
El egocentrismo añade otro componente
cognitivo que nos acerca al concepto de
“teoría de la mente”. La conducta social
adaptada incorpora la visión del otro, he-
mos de reservar un espacio de nuestra men-
te para adivinar sus intenciones, deseos,
estado de ánimo y tratar de incorporarlos
a la ecuación que decide acerca de nues-
tra conducta. El fracaso en la incorporación
de esta información, y la guía exclusiva de
la misma sobre la base de nuestros deseos
o inclinaciones, pone en marcha conductas
egocéntricas y generadoras de malestar en
las personas con quienes convivimos.
Reducción de iniciativa e indiferencia
emocional van habitualmente de la mano
bajo el paraguas de lo que denominamos
como apatía. El empobrecimiento conduc-
tual corre paralelo habitualmente a un apla-
namiento o indiferencia emocional, que evi-
ta el sufrimiento al paciente pero exaspera
al familiar cercano. En algunos casos con
buena capacidad de introspección los pa-
cientes también nos hablan de empobreci-
miento en la generación de contenidos men-
tales “por defecto”, es decir, esa actividad
mental que nos ocupa cuando no tenemos la
intención de hacer o pensar en nada en par-
ticular. A falta de evidencia empírica caben
diferentes hipótesis causales, si es el empo-
brecimiento y la hiporreactividad emocional
la causa de los problemas conductuales; si
en el origen está el debilitamiento de la ac-
tividad mental por defecto o si son simples
correlaciones sin lugar para una causalidad
lineal.
Algunos cambios conductuales parecen
muy claramente determinados por cambios
cognitivos fácilmente medibles, es el caso
LOS TRASTORNOS EMOCIONALES Y CONDUCTUALES POSTICTUS
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